domingo, 17 de junio de 2012

Iglesia de Calkiní


IGLESIA DE SAN LUIS OBISPO

Los monumentos históricos del pasado prehispánico o colonial mucho  tendrían  que ofrecer  a nuestro intelecto, si gozaran el don de la palabra porque han sido silenciosos testigos de historias inéditas que el tiempo inexorable con su carga de sorpresas e incertidumbres  se ha encargado de guardarlas en  un cajón de antigüedades que no se ha podido desempolvar y despegar  el laberinto de telarañas que las ocultan a los ojos incisivos del estudioso y que solamente la memoria egoísta guarda para sí. Cada rendija, detalle o fachada arquitectónica nos señalan épocas idas, corrientes culturales que se han paseado por el mundo cuyas características sobresalientes y aún palpables nos permiten deducir verdades ocultas.
Ahí están presentes los Polifemos homéricos y los hua-pach´oob mayas  de piedra y granito, inconmovibles, ariscos, orgullosos en su porte en espera de ser descubiertas sus identidades  por espíritus inquietos que los quieran dar a conocer a la comunidad los mensajes telepáticos que nos transmite  la creatividad de los antiguos arquitectos masónicos de  razas varias, condensadas en la sapiencia espacial que son una amalgama de cultura y sacrificio,   en consecuencia,  nuestros edificios y monumentos que tienen la esencia de todas ellas como son la  griega, mesopotámica, romana, árabe y la nuestra, un verdadero sincretismo arquitectónico.
 Hay obras que conservan aún historias vírgenes, escondidas en  los archivos  de las iglesias, guardadas con celo por muchísimos años por los previsores religiosos españoles franciscanos, dominicos y agustinos. Hombres de mente exuberante, generosa  y ágil, aunque con el prejuicio represivo del Medioevo en contra de la ciencia que deseaba despertar. Cuando llegaron los primeros doce religiosos en América, por solicitud de Hernán Cortés, se dedicaron a la evangelización de los conquistados, los concentraron en un lugar para hacer más fácil el trabajo y aprendieron la lengua indígena para acercarse más a ellos y se enfocaron  a la investigación de la cultura de los pueblos  para darlas a conocer a la posteridad. Sin embargo, aún duermen esos viejos archivos narcotizados en los cajones de Dios, misterios de muchas historias no reveladas aún.
Es indudable  que algún día, esas maravillosas obras tendrán que sucumbir ante la fuerza hercúlea del tiempo y la naturaleza  madre, como siempre,  empeñados en evaporar lo que el hombre un día creó con el alma y el corazón para el asombro de la civilización actual. Aquellas mentes iluminadas, descendientes de los creadores  de bellezas arquitectónicas, se cruzarán de brazos  ante el desafió del tiempo y verán morir épocas de luces y fantasmagorías como los elefantes en la búsqueda de un lugar digno para morir en paz.   ¡Qué desgracia!
En Calkiní, como en otros muchos lugares de México se conservan aún representativas obras de la Colonia como son las casonas y las iglesias encerradas en una urbanización basada en un trazo reticular  y como alma principal de la ciudad, la plaza central. En las grandes ciudades tienen cierta variación, pero la esencia es la misma: al este la iglesia y el palacio episcopal, al oeste el Ayuntamiento, al norte las casas reales y al sur por ciudadanos distinguidos. Y en el centro del zócalo una picota destinada para castigar a los delincuentes y una fuente. Cuando el zócalo era grande se destinaba para ejercicios militares como es el caso de la Plaza mayor de la ciudad de México en donde emerge actualmente de sus cenizas el templo mayor de los aztecas, el Cu principal para la alabanza a Huitzilopochtli, Dios de la guerra o el Dios sol  y su inseparable amigo Tláloc, Dios de la lluvia.
Este rasgo urbanístico, creado por los romanos y aplicados por los españoles durante la reestructuración urbanística de los pueblos conquistados, fue el molde que se utilizó en todos los pueblos de México. Calkiní no fue la excepción, aunque se distingue un detalle, pues  en una de sus construcciones, el Palacio Municipal no mira al frente de la plazoleta como el resto de los edificios situados en el cuadrilongo debido al haber sido construido en una fecha postcolonial, pero quizá el largo del edificio no cupo y ese detalle le restó  armonía y tradición al rectángulo  de la Plaza.
Con el marco de esta introducción me voy a referir a uno de los monumentos históricos más representativos de la ciudad  de Calkiní: la iglesia de San Luis Obispo, aunque hablaré de manera general y con un tono recreativo intercalando vivencias particulares pues ya existe una historia pormenorizada en un libro (El templo de San Luis Obispo de Calkiní Campeche)  creado por la  acuciosa investigadora: profesora Estela Hernández Sandoval, de meritoria credibilidad.
La iglesia de San Luis Obispo de Calkiní, es similar a los edificios del Medioevo, la diferencia estriba en las torres que difieren de las atalayas que poseen los castillos medievales.
La iglesia es un edificio fuerte y macizo  con sus contrafuertes, espadañas  y almenas en hilera. Su tamaño en comparación con otras construidas en México es mediana, pero bella sin lugar a dudas.
Fue edificada sobre templos mayas que fueron destruidos para evitar la continuación de las creencias nativas e imponer una nueva religión monoteísta que se logró a medias o quizá en un porcentaje mayor a través de la lágrima y sangre derramadas por los abuelos.  Leamos la política seguida por los encargados de la evangelización. En 1537 los obispos de México escribían a Carlos V que los templos no habían sido todos destruidos y pedían su licencia para mandar demolerlos, a fin de extirpar por completo la idolatría. Respondió el emperador: “En cuanto a los Cúes o adoratorios, encarga S. M que se derriben sin escándalo y con la prudencia que convenía y que de la piedra de ellos se tome para edificar iglesias y monasterios, que los ídolos se quemasen, y otros puntos concernientes a esto”
Se puede advertir que la política de construcción fue uniforme en toda América, iglesias sobre vestigios nativos y en lugares elevados para observar el movimiento de los pueblos dominados para prevenirse de cualquier rebelión y darles tiempo a los escasos españoles civiles y religiosos para cobijarse en esas fortificaciones tipo fortaleza.
La iglesia nuestra, apunta al cielo una torre de tres cuerpos con una cruz en la cúspide de brazos extendidos en el infinito equipados con campanas de bronce que no han dejado de tintinear en cientos de años, transmitiendo regocijo desbordado por sus tradiciones festivas o penas por acontecimientos luctuosos. Una torre como un giroscopio de un submarino   que ojea sin cesar a toda la ciudad, guardando en la memoria un sin fin de historias desconocidas y profanas como aquella que corre en boca de  los más viejos y recreadas por la imaginación desbordada del pueblo como aquel  cura sin cabeza que merodeaba sus alrededores, asustando a los desvelados supersticiosos o aquella gallina viuda  y sus pollitos nocturnos en fila india, en las viejas calles de Calkiní.
Una señora bonita mitad española y mitad nativa dirigida en su construcción por arquitectos franciscanos y con la callosa mano de obra del indio maya, que en muchos de los casos fueron obligados por un  destino programado  por el pecado involuntario de haber nacido torpes del intelecto y por ello  servir a los más fuertes como lo dicta la ley de la selva. Los españoles tardaron en darse cuenta, por conveniencia propia, que eran seres humanos y  no  animales con quienes trataban, sino hombres de bien y  con inteligencia y corazón de niño que mira con amor y ternura  y con un deseo apasionado por aprender la ciencia y la cultura traídas por una pandilla de aventureros que no tenían oportunidad de sobrevivencia en el continente viejo y encontraron en estas tierras vírgenes esperanzas para enriquecerse a costillas de los naturales.
Una iglesia  en cuyo interior repercute   en sus grietas  el silencioso y nostálgico eco de las Aves Marías y  aleluyas recitados con devoción  por generaciones   de encapuchados franciscanos y creyentes cristianos hermanados por el tiempo y  la fe. Hileras, en ambos lados de la nave, de imágenes y esculturas protegidas en paramentos que miran con éxtasis  el paso de la espiritualidad y la contemplación de sus feligreses. Una fachada con características escultóricas de columnas  griegas y una concha en abanico en donde descansan sirenas de canto embriagador, tormento   de  Odiseo, que nos recuerda que nuestra cultura es internacional. Un retablo de cuatro cuerpos y un remate de hojas y flores y pilastras salomónicas revestidas en oro la adornan y en medio en solemne postura mira  piadosamente San Luis Obispo a su grey católica. Un púlpito, adornado con figuras fitomorfas y zoomorfas, ahora en desuso, que nos remonta a la época de nuestra niñez cuando el portavoz de Dios era el padre Balmes que con voz en cuello deshilaba una madeja de consuelos y exhortaciones a sus oyentes en cautiverio religioso para invitarlos a beber el agua de la vida espiritual. La modernidad lo ha convertido  en un elefante blanco que mira entristecido como le ha ganado el tiempo, pero no lo dejan morir, quedando como testigo de aquellos tiempos idos.
Un ojo masónico, que es el ojo de Dios,  sobre el techo de la bóveda de mirada incisiva, encerrado en un triángulo, que mira enigmáticamente por todos lados, ahora ha desaparecido para siempre, solo quedan recuerdos en la memoria de los viejos que lo lograron ver y que en la noches melancólicas reverberan en la luz del pensamiento lúcido.
Una iglesia de servicio múltiple que atiende todo tipo de reclamos espirituales y  prácticas tradicionales de gremios y de pesebres en diciembre y de muertos que profesa la comunidad vinculadas con esa fe que mueve montañas y empaña el entendimiento.  Una retahíla, desde la base de las grosísimas paredes, de osarios convertidas en cementerios ociosos  que refugian almas de tiempos pretéritos de gorgueras y hábitos  y que escuchan el clamor colectivo  de los siervos de Dios en sus peticiones de perdón y  salvación de almas pecadoras que dejaron en rezago en la vida terrenal.
Un sotacoro destinado para ángeles, arcángeles, querubines y serafines  que nunca logré escuchar en concierto en mi niñez cuando era asiduo visitante y cautivo maternal de la fe en  la casa de Dios.
Una angelical y dadivosa iglesia que guarda para muchos hijos de Calkiní vivencias  inverosímiles de su niñez en sus excursiones clandestinas por la media naranja, atravesando con temor  un colmenar de abejas guerreras que perseguían a los de pelo engomado de glostora o Palmolive o la visita en la torre y espadaña, recorriendo en ambos sitios las  serpenteantes escaleras. En el  ascenso en ambos sitios  era un viaje emocionante pues era un sitio casi en penumbra y si acaso la luz filtrada a través de  disimuladas rendijas  que servían de tragaluz, una en especial, (rumbo a la torre) representaba   una salida de emergencia, de ranura vertical con una caída de tres metros de altura,  cuando cerraban la puerta de entrada como castigo a la profanación traviesa de niños inquietos por la ociosidad o la ansiedad de aventuras nuevas. Nunca se supo de una desgracia o si la hubo se guardó en el anonimato. Un César May, hijo de Calkiní e intrépido por naturaleza, que tenía la osadía de brincar en hileras las almenas, rematadas en  comba,  de la iglesia en  acto acrobático y escalofriante que aún bulle con temor en nuestros recuerdos cuando nos lo cuentan los mayores, pero más pesaroso  en los testigos oculares.
Una benefactora iglesia que dio cabida a muchos indefensos niños de los alrededores, pueblos hermanos que se trajeron como baluarte las ganas de prosperar y su lengua nativa para defenderse del embate de la vida porque deseaban salir de la pobreza empecinada que ahorca y asfixia. Se les proporcionó cobijo, comida y educación espiritual para poder seguir estudiando, claro, bajo   la dirección tutelar de otro insigne altruista: Monseñor Gonzalo Balmes Noceda. ¿Quién no se ha de acordar  de él con una voz de cañón, ronca y quebradiza con el chicote en la mano y su bastón inseparable?  Esos niños protegidos bajo  el manto sacerdotal, ahora cuentan con una profesión y muchos ya están jubilados. Me permito mencionar a algunos de ellos: Máximo Tamay, Cástulo Tamay, Fermín Chin, Jorge Dzib Chan, Óscar Dzib, exceptuando a Manuel Bezunza a. Leshito y a César May que son  de Calkiní y otros más que la terca memoria no quiere recordar. Sin incluir a otros niños de Calkiní que les gustaba compartir el pan de cada día con todos ellos, en especial los domingos de puchero en donde la cocinera doña Dolita se las ingeniaba  para dar de comer a todos los angelitos con tan poca vianda así como el milagro crístico  de los panes multiplicados    para atender a miles de hambrientos seguidores de la tierra prometida.
Un atrio rectangular de piso remendado en cemento y piedras labradas, ahora un espacio seccionado en salones para reuniones y actividades culturales, que servía antes como un coso taurino rústico para recaudar fondos para la iglesia. Se recuerdan como toreros al singular Carlos Castilla a. Calix, a Carlos López, Raúl Juárez. Algunos se quedaron a vivir en estas tierras y ya forman familia. 
Una iglesia ciudad con sus claustros, convento, panadería, animales, cementerio, franciscanos hortelanos, una noria y un ejército de hombres que trajeron la luz del progreso y la sabiduría a un pueblo encandilado en la rutina de la dejadez por la falta de motivación y oportunidades para sobresalir. Salve el templo de San Luis Obispo, que en su alforja de recuerdos alegraron mi infancia plena de ilusiones y esperanzas y  último refugio de mis suspiros aún en suspenso con la autorización del tiempo y la vida.
Calkiní, Camp. 26 de mayo de 2012.

















EXHORTACIÓN DE UN CIUDADANO
(Voz de un integrante de la Asociación Civil U PUK’SIK’AL AH CANUL)

HONORABLE GOBIERNO MUNICIPAL QUE CONTIENDE  PARA EL H. AYUNTAMIENTO DE CALKIN:
Las elecciones para elegir al Honorable Ayuntamiento de Calkiní se definen el 1 de julio de 2012. La ciudadanía decidirá brindarle el apoyo al candidato  de un partido político que le parezca con la suficiente capacitad y honradez, más que nada, para gobernar y administrar el dinero del pueblo.
Un gobierno municipal que estará a prueba porque navegará  en encrespadas olas tsunámicas si no  atina a convertir en realidades aquellas promesas que se vertieron por doquier durante la campaña con el único propósito de convencer y disuadir ideologías arraigadas y alentar, como siempre, esperanzas de cambio en el modo de trabajar con eficiencia y la luz de la transparencia. Ofrecimientos populares que en la vida real no podrán cumplirse, en su mayoría, debido a  que los presupuestos   ya vienen tasados  para determinados compromisos para  las diferentes obras y servicios,  motivos que pueden causar alteraciones anímicas en el sentir de la sociedad que no pueda ser satisfecha y que en represalia pudiera cobrarse las deudas    en el momento oportuno.
Para regir a un pueblo se requiere de una buena intuición para adelantar soluciones a los problemas; habilidades para la administración; magnífica comunicación a través de puertas abiertas; contestar por escrito   las solicitudes (nunca se responden) para dar esperanzas o pretextos bien argumentados que satisfagan a los peticionarios; fortalecer a la policía municipal en capacitación y en número que son importantes para la cobertura en el municipio; darle a Calkiní un teatro poli funcional que integre la cultura y el deporte; activar la funcionalidad del rastro nuevo, ahora un elefante dormido; reparar los techos del mercado y disciplinar a los locatarios en la prioridad del aseo, hay un asadero de pollos que da mucho que pensar; hacer que se cumplan los reglamentos que rigen el uso de los puestos, es una verdadera pena el caos que impera en los domingos de ventas con toldos por doquier que lo convierten en un adefesio; un centro de la ciudad que no va de acuerdo a la categoría de nuestra ciudad; un basurero caduco que hay que reinstalar;     llevar la cultura y entretenimiento al medio rural; supervisar a fondo el correcto funcionamiento  de las direcciones y departamentos para poner orden y corregir  vicios que aún persisten en detrimento de la ciudadanía, como el del agua potable que juega con la paciencia de los usuarios, en fin, poner en ebullición una serie de inteligencias múltiples que le permitan al Gobierno Municipal resolver toda clase de demandas prioritarias para menguar el ánimo, a veces o siempre  del pueblo que desea  ser atendido con prontitud y eficacia. Pero este trabajo arduo y delicado no le incumbirá  darle solución sólo al presidente municipal, como ha sido la costumbre,  sino que la responsabilidad  recaerá  también en los regidores que completan el H. Ayuntamiento.
Ya es tiempo de que el cuerpo edilicio asuma sus compromisos  y funja como un verdadero gestor para la resolución de los problemas  del pueblo. Ya debe ponerse la camiseta del partido que lo postule  para demostrar a quien sea que sí sabe gobernar con equidad y justicia. Ya  es hora de que olvide que su obligación no es solo blandir manos a la hora de los acuerdos, inclinando la balanza en automático para proteger intereses sórdidos que vayan en perjuicio  de los calkinienses, sino también discutirlos  si se cuentan con  los argumentos convincentes para aprobarlos  o refutarlos; y  tampoco demostrar intereses ansiosos y personales  en  el manejo de los presupuestos en la Feria Artesanal porque sale a la luz su  voracidad económica en deterioro de la imagen honorable del Ayuntamiento, ese encargo le corresponde a las instancias correspondientes pero,  ¿Por qué no procurarle en darle  la oportunidad y confianza a la sociedad civil?
Ya es hora de interesarse por las cosas del terruño y los demás pueblos del municipio para reivindicar  esa  mala imagen   que se han ganado  sus predecesores por su incompetencia y pasividad, no de ahora sino de siempre. Hay que salir a supervisar  constantemente (un seguimiento) y recabar  quejas del pueblo para canalizarlas a dónde se debe  y no esperar a que se las traigan y cerrar los ojos ante las soluciones. La ética debe ser la guía que conduzca sus acciones. Ahora que están en el momento crucial de ser electos y alcanzar  el deseado y suculento maná,  que da el poderoso caballero, es justo devolverle al pueblo la factura en letras de oro con un trabajo de vigilancia, excelencia y cobertura No olviden la eterna inconformidad de la población  por los trabajos hechos de ínfima  calidad  en gobiernos anteriores como  es  el caso de las calles que son láminas de asfalto que en poco tiempo les salen hoyancos y además que se anegan por los desniveles mal  hechos para el desagüe. A veces se le da prioridad a la cantidad y se olvida la calidad. En épocas de lluvia sale a relucir  el trabajo mal hecho.
 El cabildo debe funcionar como diputados en miniatura, son  representantes de la ciudadanía, por tanto,  es el contrapeso del trabajo del presidente municipal. Al cabildo le atañe  vigilar  si el erario se está manejando con transparencia y honestidad, el pueblo nunca ha tenido conocimiento de su trabajo. Que no se olvide que es el representante del pueblo y debe informarles de su desempeño. El entreguismo en las decisiones de los acuerdos de cabildo es indigno, debe prevalecer el sentido común y la correcta toma de decisiones.
 Para desempeñar un buen oficio de regidor no se requiere mucho estudio como voluntad de servicio y sentido común, aunque el estudio es una excelente credencial de presentación. Hay que hacer a un lado la prevaricación.
Es necesario que cuenten con una oficina de gestoría (importantísimo) para recibir las demandas de la sociedad con un horario funcional. Es penoso que algún  ciudadano y más de los pueblitos que tengan que batallar en selvas espinosas  para resolver sus  problemas cuando debe contar con un regidor para  que lo defienda o le agilice sus trámites de cualquier índole que sea. Por último es imprescindible rendir cuentas de su trabajo a la sociedad, ese acto sería un hecho inédito que les daría prestigio ante la sociedad. Un Cabildo que cierra los ojos y los oídos a la ciudadanía  es negarse a los mandatos del pueblo que los eligió para servir.
 Vale la pena que adquieran  con el gobierno del estado la Ley Orgánica de los Municipios que habla (si se carece) sobre las responsabilidades a que están sujetas  las autoridades del H. Ayuntamiento para orientarse y dar una buena atención. 
Respetable Gobierno Municipal a futuro:
Como un calkiniense pendiente de que el pueblo progrese hoy y siempre, razón de mi sentir, es un motivo  más que suficiente para permitirme utilizar el derecho que me confiere la Constitución para expresar mis pensamientos francos y sin ambigüedades. Estas  palabras  expuestas  no tienen ningún trasfondo maligno ni partidista que pretenda herir susceptibilidades, sino son reflexiones de un ciudadano calkiniense deseoso de repetir y ratificar lo que todo  el pueblo sabe  para   que le sirva como un recordatorio  para trabajar con más ganas y eficiencia, y además no dedicarse exclusivamente a la cabecera municipal sino en todos los pueblos del municipio y sin preferencias de colores. Sin embargo, si llegara a persistir esta conducta anquilosada y apática  sin contraer compromisos  con la ciudadanía como la de  sus antecesores, entonces,  habrán perdido la inefable oportunidad de demostrarle al pueblo que nunca fueron capaces  de atenderlo  como se debiera, y que con ustedes jamás hubo el cambio tan repiqueteado en las campañas políticas, pero si su actitud fuera el  deseo entrañable de servir sean o no del pueblo (más meritorio si no lo son), entonces, se les reconocerá para siempre su desempeño en bien de una población que tanto lo necesita. No pierdan esta oportunidad que les brinda  Calkiní, Atenas del Camino Real.
NOTA: Hace tres años quise sensibilizar a los regidores y nuca vi cambio en ellos. Lo lamento mucho.

Les deseo suerte.

En honrabuena
Andrés Jesús González Kantún