viernes, 2 de noviembre de 2012

Leyenda totonaca

LA VAINILLA (LEYENDA MAYA-TOTONACA) GUADALUPE BERZUNZA FUENTES. El Eterno exhaló un suspiro…. y de él se crearon dos seres, dos seres que vivirían miles de vidas y cuyo único objetivo sería retornar al lugar de donde surgieron. Se crearon complementarios uno del otro y en cada ciclo vital tratarían de estar siempre juntos para ayudarse mutuamente en la difícil ascensión hacia el Eterno. En uno de tantos ciclos vitales tuvieron esta vivencia: En el planeta tierra, en una región maya llamada El Reino del Ki´n (sol), nació cierto día un niño hermoso y robusto, hijo de un sacerdote maya y a quien pusieron por nombre Balam (Jaguar). El niño, desde pequeño dio muestras de increíble valor y sabiduría por lo que fue destinado al servicio de la realeza. Por ese tiempo nació también una hermosa niña, hija del Rey Akbal (Noche Azul) de esa región maya y de su esposa, la princesa totonaca Siwiní (Esperanza). A la pequeña le pusieron por nombre Xánath (Vainilla). Balam creció fuerte y vigoroso y al cumplir 15 años fue iniciado en el aprendizaje del manejo de las armas, ya que sería preparado para ser un guerrero real, encargado de proteger la seguridad del reino. Poco tiempo después la princesita Xánath también cumplía 15 años y ella fue llevada al templo de la Diosa Nicteel (Flores) donde estaría sirviendo de sacerdotisa hasta cumplir los 18 años. Pasaron los años…… y cierto día, Balam se encontraba cazando cerca del río, que rodeaba la población, cuando al acercarse a un remanso del agua para calmar su sed se encontró de pronto ante una bella aparición, era Xánath quien se encontraba recolectando flores para el altar del templo en el cual estaba recluida. Al oír los pasos de Balam se incorporó algo asustada, pero al encontrarse con la mirada del apuesto guerrero se tranquilizó. En ese momento sus almas vibraron de emoción al reconocerse y encontrarse de nuevo. Se entabló un diálogo sin palabras, un dialogo de sentimientos y emociones que hacían vibrar los cuerpos de los jóvenes. Al fin Balam expresó: —Hermosa doncella, nunca mis ojos habían presenciado tan hermoso espectáculo como lo es el verte aquí vestida de blanco con tu pelo cayendo como cascada sobre tus hombros y tus lindas manos sosteniendo ese hermoso ramo de flores a las cuales opacas con tu belleza. Mi nombre es Balam y pertenezco a la guardia real y desde este momento me pongo a tu servicio, soy tu esclavo doncella obedeceré lo que tú me ordenes, sólo dime ¿Quién eres? —Soy la princesa Xánath, hija del rey tu Señor. —Princesa, princecita mía, te suplico me concedas el privilegio de volver a verte. —Balam , eso no es posible, pues estoy al servicio de la Diosa a la cual me han consagrado pues el rey mi padre desea que yo permanezca para siempre como vestal ya que piensa que no hay hombre alguno que merezca ser mi esposo. —Princesa mía, conozco al rey mi señor, y sé cuánto cuida su preciada joya y ahora que te he conocido comprendo que tiene razón; sin embargo, este amor que has hecho nacer en mi corazón me da la fuerza suficiente y el valor para enfrentarme a todas las pruebas que tu padre disponga con tal de merecer el honor de ser tu esclavo de por vida. —Tus palabras Balam, dichas con tal vehemencia, me demuestran que ya me amas, a mi vez tengo que decirte que también el amor anida en mi pecho en estos momentos y siento como si te hubiera amado desde siempre, sin embargo, te suplico no digas nada a mi padre aún. —Como digas Princesita, soy tu esclavo y obedezco. Acto seguido, la princesa retorno al templo y el guerrero se quedó recordando el encuentro con alegría y dolor. Pasaron los días y Balam se retorcía de la ansiedad por hablar con el Rey, para expresarle las intenciones que tenía con la princesa. Hasta que un día fue llamado por el monarca quien le dijo: —Balam, tengo que hacerte un encargo que requiere de tu valor y destreza con las armas así como de tu incondicional servicio al reino. —Mi Rey y Señor, ¿de qué se trata? —Te vas a encargar de llevar mi tesoro más grande hasta la ciudad del Tajín, para resguardarlo de cualquier peligro, tendrás que cuidarlo con tu vida y procurar que nada le pase. Llevarás a varios guerreros águilas y tigres para que te ayuden. —Así lo haré mi Señor, el tesoro, ¿cómo será transportado? —En un palanquín que cargarán cuatro guerreros tigres, ya que son los más fuertes. — ¿Palanquín, Señor? —Claro muchacho, la Princesa tiene que resguardarse del sol. — ¿Llevaremos a la princesa? —Balam, ¿qué no sabes que mi hija es mi tesoro más grande? La llevarán al reino de su abuelo totonaca ya que temo que mis enemigos me declaren la guerra y no quiero que mi hija salga dañada. En la ciudad del Tajín estará bien protegida por su familia materna, cuando pase el peligro la regresarán. —Por supuesto Señor, ordenaré a los demás guerreros que se preparen. Balam, con la alegría reflejada en el rostro dispuso todo lo necesario para el largo viaje. Salieron en la madrugada de un nuevo día, todo un cortejo, guerreros tigres transportando a la princesa, por delante y a la retaguardia guerreros jaguar protegiendo a la caravana, doncellas acompañantes, porteadores con grandes canastas conteniendo los alimentos que consumiría el grupo. El viaje era lento por todo el recorrido que tendrían que hacer, y cuidándose de no ser atacados por alguna tribu extraña o animales salvajes. Balam no desaprovechaba los momentos adecuados para acercarse, como pretexto, a la princesa durante todo el trayecto y el amor entre los dos fue floreciendo satisfactoriamente, ya se les veía pasear juntos por las cercanías del campamento cada vez que se detenían a descansar. —Amada Xánath, ya deseo estar en el palacio de tu abuelo para pedir el permiso correspondiente y poder unirnos en matrimonio. —Querido Balam, también deseo lo mismo, cuando lleguemos al Tajín hablaré con mi abuelo y lo convenceré que dé su aprobación a nuestra unión. Y así, los jóvenes enamorados proseguían su viaje, soñando con estar unidos para siempre, con la aprobación de los familiares de la princesa. Pasaron los días, atravesando valles, ríos, bosques, selvas, serranías, contemplando diversos paisajes; y aprovisionándose de nuevos alimentos. Hasta que un día, por fin, llegaron cerca de la comarca del Tajín , el guerrero guía les avisó que tendrían que andar con cuidado ya que habían visto señales extrañas, y podrían tratarse de salteadores; decidieron acampar por un momento para retomar fuerzas y así llegar rápidamente a buen resguardo. Ya acomodados los diversos utensilios que llevaba la caravana, todos se dispusieron a descansar por un momento. Xánath y Balam, tomados de la mano caminaron hasta un arroyuelo cercano cuyas aguas refrescaron los pies cansados del guerrero mientras los jóvenes platicaban no se dieron cuenta de que extraños guerreros los espiaban ocultos en los matorrales. Cuando más entretenidos estaban, los jóvenes enamorados escucharon gritos de ataque mientras veían como eran rodeados por hombres armados, la princesa pegó un grito pidiendo ayuda a sus guardias, éstos acudieron presurosos llegando sólo para ver como Xánath era atravesada por una flecha y Balam caía, herido en el corazón, por una lanza enemiga. Ambos bandos guerreros se entablaron en una lucha encarnizada, quedando en poco tiempo aniquilados los bandoleros. Mientras tanto, la princesa herida de muerte, logró tomar entre sus brazos el cuerpo inanimado de Balam, y con el rostro lleno de lágrimas imploró ayuda a la Diosa Nicteel. La tarde despuntaba en sombras. Un grupo de doncellas y guerreros se encaminaron al Palacio del Rey, abuelo de Xánath, para darle a conocer lo que había ocurrido. Los demás acompañantes se quedaron cuidando los cuerpos de la princesa y el guerrero, y fueron testigos de un gran prodigio ya que al llegar la medianoche, un gran resplandor los iluminó y ante ellos se presentó la Diosa Nicteel quien acercándose a los cuerpos de los enamorados dijo: — Mi pequeña niña, es tan grande el amor que sentiste por tu guerrero que no puedo dejar que quedes en el olvido, por lo tanto siempre estarás unida a él, perfumándolo con tu aroma y recuerde siempre el inmenso amor que se profesaron. Acto seguido, el cuerpo de Balam sufrió una increíble transformación, pues fue convertido en un árbol frondoso y la princesa, convertida en una hermosa planta trepadora, fue enredándose en todas las ramas del árbol. Al amanecer llegó la caravana del rey, quien acongojado por la muerte de su nieta, viajó hasta el lugar para recoger los cadáveres y cual no sería su sorpresa que en su lugar encontró al frondoso árbol con la enredadera de flores blancas y un agradable olor que impregnaba todo el ambiente. Los guardianes testigos del prodigio informaron al rey lo ocurrido. Desde entonces en la región del Tajín, en honor a esa leyenda, se venera a la olorosa enredaderas con una gran celebración anual llamada “La feria de Xánath “, la feria de La Vainilla. FIN

Un galamatías el parque principal

UN CENTRO CARCOMIDO POR LA INDEFERENCIA La urbanización se refleja en muchos rumbos de la ciudad de Calkinì. Los barrios exhiben clamorosos nuevos rostros en mejoras materiales como el cemento en los andadores, que es lo común en obras públicas. Las alcantarillas cumplen su misión de tragar agua, aunque lentas en una momentánea inundación, después de una torrencial lluvia, pero alivianan el escozor de la gente. Lo único prioritario es darles mantenimiento constantemente porque algunas mantienen el agua y se convierten en verdaderas cloacas que afectan la salud. Lo digo en serio, yo tengo una frente a la casa. Las Juntas Municipales también gozan de esos beneficios, aunque nunca están satisfechas o quizá la razón les asista porque no hay mejor juez que la opinión pública. Todos tienen derecho a mejorar y las autoridades competentes deben tener el suficiente talento administrativo para que a todos les lleguen obras que dicte la necesidad. Y la solución es adentrarse en los problemas y no rehuirlos como es la costumbre. Le corresponde al cabildo, en sus diferentes encargos, de recabar la necesidad de los pueblos. Ya es tiempo de sacar la casta para mostrarse a la comunidad en cuerpo y alma y no mantenerse en la invisibilidad. Es impúdico aparecerse sólo en las quincenas. Calkinì, la cabecera, también tiene un rezago que todos ven y nadie opina, y sí se califica se pierde en el torbellino verbal de la gente. Un lunar que no han sabido darle el ornamento y funcionalidad que merece después de varios períodos de gobierno municipal. Me refiero a la plaza principal convertido, ahora, en un adefesio natural más cuando se instalan carpas y toldos en los novenarios de octubre y la Feria Artesanal en noviembre con telarañas eléctricas por doquier, una luz mortecina por la noche que invita al desorden, fuentes sin embellecimiento y en desuso, un muladar incontrolable en una parte del parque junto a puestos de comida tradicional, estacionamiento de triciclos y automóviles, puestos ambulantes sin orden ni ubicación, en fin, un parque principal hecho un caos por la falta de buena voluntad y disciplina. Y para rematar, andadores en bajadas y subidas convertidos en leprosarios bíblicos por sus carcomidas superficies, escaleras entremetidas en las aceras y otras cosas más. Cierto, componer todas estas anomalías y construirle un buen rostro al centro de la ciudad no es un dulce en almíbar, pero ya es tiempo que se piense en grande y será más grande aquella autoridad que se salga de los moldes rutinarios y suelte su imaginación creadora para administrar con soltura una ciudad que lo merece todo, claro sin olvidar a las hermanas Juntas municipales. Ojalá veamos materializarse lo que un día prometió la autoridad entrante. Valdría la pena que el H. Ayuntamiento cuente con un blog público, si no se arredra ante la opinión pública, que permita a la sociedad emitir sus juicios razonados y sin exaltaciones acerca del desempeño de las autoridades y viertan soluciones con madurez en apoyo a los problemas que existen o surjan en el camino. Reitero, no hay que desoír opiniones, venidas del pueblo, sí se trabaja con honestidad y transparencia. La sabiduría popular no ha sido puesta a prueba.
Ilustración 1 El Pap'ul 9 DE MAYO DE 2012. Como anticipo de los 60 años de aniversario de fiesta del barrio, un grupo de inquietos jovenzuelos para recordar una tradición, casi extinta, se organizaron y prepararon una gran cantidad de cántaros y los adornaron con peculiar gusto en el uso de papel de china para romperlos como piñatas al estilo navideño. La única diferencia es que su contenido no estaba colmada de bombones y golosinas de mil sabores, sino de sabandijas de todas clases, zorros y lagartijas que caían del trofeo roto, intentando escapar de la maldad de los chicos que los perseguían y los atrapaban para peloteárselos entre todos ellos. Este festejo ha hecho raíces en cada fiesta de mayo. Cantarito tepakanense en instrumento de hogar te has olvidado, hoy sin pena ni gloria pendes de una soga en balanceo infinito para defenderte de manos ávidas que romper quieren tu alma. En lugar de agua diversión a la juventud regalas que no se tienta de jugar contigo para hacerte abortar sabandijas de clases mil. 1952 HACE 50 AÑOS EN EL SOLAR NATIVO… 2012 11 DE MAYO DE 2012 SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DE FIESTAS CORRIDA DEL RECUERDO CINTA, PÓLVORA Y BANDERILLAS DE PALOMAS Es un corpulento búfalo pulido en diamante negro brillante de 800 kilogramos de peso y de raza cebú que se suelta de un árbol de un frondoso roble, situado en una lomita alrededor del ruedo. Viene enmascarado con un pedazo de pita de fibra de henequén para evitar que mire encorajinado al público que asiste a la fiesta y no le altere los sentidos de toro matrero. Lo traen dos vaqueros de inolvidables recuerdos, los hermanos González: Perucho y Huelús. (Aclaro estos vaqueros sólo los menciono simbólicamente como un homenaje a su recuerdo pues el primero ya no se encuentra entre nosotros y el segundo, impedido por un accidente y la edad). Al toro se le encamina al ruedo a un destino incierto sólo con la finalidad de satisfacer el ego del hombre por un entretenimiento que data de hace muchísimos años de antigüedad. Camina lentamente entre el mar de gente, que se hace a un lado voluntariamente para dejarlo pasar. Entra al coso y luego lo amarran en un tronco cenizo de escamoso huano, sembrado en medio del ruedo. Los vaqueros le cinchan con fuerza la panza, pasándole una parte de la soga por debajo de la cola que lo hará más bravo, y en consecuencia, pegará saltos descomunales con el peligro latente de llevarse de corbata a los que miran atenciosos desde las barandas. Le anuda el soberbio cuello una cinta resplandeciente de azul cielo en regocijo de color por la fiesta con el nombre impreso del donante: Pastor Bolívar Chim (RIP). Es un nudo que unen las puntas a semejanza de un capullo de mariposa anhelante por experimentar su primer vuelo en la tempestad de polvo árabe que se levanta con los pataleos de la bestia; una incipiente palomilla que necesita ser libertada con la mano o con la delicadeza de los dientes por algún torero que tenga la valentía y habilidad suficientes para enfrentar el reto. Es una empresa escalofriante, pero digna de admiración. Con mucha dificultad le amarran sobre el lomo un aparato pirotécnico que encenderán en el momento preciso de su liberación. El clarín anuncia el inicio de la danza con la calaca. La careta de henequén de desliza del rostro del “Negro”, se enciende la ruleta y se libera a la bestia quien brinca y brinca sin cesar y en el aire un bailoteo en zigzagueantes movimientos de su cuerpo descomunal que pareciera quebrarse por causa del cincho y el artefacto que dispara cohetones por todo el ruedo. La gente joven no entiende de estas curiosidades del pasado taurino y se le aclara con una voz cansada y anónima, pero clara de un socio antiguo que explica que hace 50 años así se desarrollaban las corridas. El toro se pasea desafiante dentro del coso de xcolohché. Silencio. Sorpresa. Incertidumbre. Ventura, un viejo torero amigo vestido de civil, increpa a sus compañeros de brega a torear. Salen en bola y rodean al burel para aturdirlo y se queda el más valiente a terminar la faena. Inicia el segundo tercio, el de las banderillas, pero de palomas que vienen encerradas en sendas cajas de cartón que levantan el vuelo o caen al piso cuando aquéllas se engarzan en el musculoso lomo del animal. Ya cansado el astado se aprovecha el momento para soltar la cinta del desafío, pero esta vez y como siempre se fracasa. Esta suerte es tan peligrosa que raras veces se logra ejecutar sin arrebato de la cinta, sólo lo han conseguido en otros tiempos Mariano Canto y el “Chino Cámara”. Los vaqueros imaginarios de a pie son suplidos por varios caballistas que lucen sus habilidades para atrapar al toro que no hace nada por defenderse pues ya conoce de qué se trata ya que no es la primera vez que lo meten en una plaza de fiesta taurina tradicional. Esta tradición de donar toros, como en este sexagenario de fiesta, poco queda en la memoria, sí acaso la maestra Librada Trejo Bolívar que ha convertido, en forma particular, esta costumbre en un compromiso de amor paternal. En esta corrida hubo otro señor que donó en lidia otro toro y los demás fueron por cuenta de la directiva. El que escribe, quiso tomar fotografías en el lugar de los verdaderos hechos y sentir lo que un torero sufre con las emociones de una corrida de toros y por poco sufre una cornada que pudo recordarle a su chichi y que a pesar de los años, que no son pocos, logró salvarse por las alas que ofrece a tiempo el miedo en situaciones de peligro. El tiempo vuela y no sé cuánto tiempo me permita la vida para cantarle a mi solar nativo de mis eternos e inolvidables recuerdos de mi niñez, juventud y aliento actual. Es cuestión de esperar y esperar… 27 de mayo de 2012. Ilustración 2Toro enmascarado Ilustración 3 Cinchando al toro Ilustración 4Borrachito bailarín Ilustración 5 Banderillas de palomas Ilustración 6 Ruleta Ilustración 7 Rejoneador: Diego López Palomas que van dentro de las banderillas Ilustración 8 Toro encintado

Para darle rienda suelta a la imaginación

NICTE-HÁ LEYENDA MAYA GUADALUPE A. BERZUNZA FUENTES Cierto día, caminando por un estrecho sendero, llegué hasta una laguna. Era el mes de Mayo y en medio de la laguna florecía una hermosa planta acuática cuyas flores blancas tenían un encanto tan especial que provocaban que todo el que pasara por ahí se quedara admirado tanta belleza. Yo, sentado a orillas de la laguna contemplaba alucinado las bellas flores cuando escuché unos pasos detrás de mí, volteé asustado y descubrí, recargado sobre un árbol, a un anciano indígena que me miraba con curiosidad. Me acerqué a él y le pregunté el nombre de la extraña flor y me contestó que se llamaba Nicte-Há (Flor de Agua) Le Interrogué el origen de la flor y me desgranó esta leyenda: En el pequeño reino de Kukum-Lets (Pluma Dorada), vivía Nohoch-Mak (Gran señor) un rey noble y sabio que tenía una hija muy bella llamada Nicte-Há (Flor de Agua). En este reino, cada mes de mayo, se acostumbraba a sacrificar a diez hermosas doncellas quienes eran arrojadas en la laguna en honor a la Diosa Hatzuts-Há (Agua Bella). Los nativos creían que habitaba el espíritu de la Diosa. En ese reinado vivía también un guerrero fuerte y valiente llamado Noh-Kán (Serpiente Real) quien estaba enamorado de la bella princesa Nicte-Há, ambos se querían y se juraban eterno amor. Aquel año, fueron escogidas las diez jóvenes y entre ellas se encontraba Nicte-Há. Las doncellas fueron apartadas del pueblo y encerradas en un templo donde disfrutarían de los más ricos manjares y vestirían los mejores trajes con la intención de recompensarlas por la vida que iban a perder. La bella princesa Nicte-Há estaba muy triste por su suerte ya que no volvería a ver a su amado Noh-Kan. Una noche, en que el guardia del templo dormía,Nicte-Há huyó y fue en busca de su amado Noh-Kán que estaba en su choza muy desconsolado, pero al ver a Nicte-Há su semblante cambió y los dos amantes se unieron en fuerte abrazo, ella exclamó: — ¡Oh Noh-Kán, no quiero irme de tu lado! —Nicte , si no fueras tan bella no nos separarían. — ¿Tú me querrías igual si fuese fea? — Sí, te querría igual, y tal vez mucho más. — ¡Oh, querido! Arreglaré esto, mañana volveré y ya nadie nos separará. Nicte salió de la choza y se dirigió a una más pequeña que estaba a orillas del poblado en donde vivía la bruja Tunich (Piedra). Nicte le contó su problema y Tunich le explicó: —Bella Nicté, no te aflijas, con este brebaje que te he preparado perderás la belleza y así no te separarán de tu amado. Al día siguiente, Nicté muy de mañana se tomó la pócima y se encaminó a la choza de Noh-Kán. Al llegar tocó la puerta y salió el valiente guerrero que al verla no la reconoció y exclamó: — ¿Quién eres tú? — ¿No me conoces? Soy tu amada Nicté. — ¡No! ¡No es cierto! ¡Nicté es muy bella y tú estás muy fea! ¡Vete! ¡No te quiero ver! — ¿Cómo? ¿Te asustas de mí? ¡Dijiste que aunque fuera fea tú me querrías igual! Al terminar de hablar Nicté decepcionada salió de la choza y corrió rumbo a la laguna. Al llegar pudo presenciar cómo las doncellas eran arrojadas al agua. Nicté desesperada se tiró a las verdosas aguas y en el contacto su rostro volvió a recobrar su hermosura. Al otro día, en medio de la laguna flotaba el cuerpo de Nicté que no se había ido al fondo por no llevar joyas como las demás doncellas; los indígenas que la descubrieron pudieron presenciar una extraña metamorfosis: el cuerpo de Nicté se transformaba en una bella flor , que es la que ahora cada mes de mayo surge de repente en medio de la laguna. Esta es la historia de Nicte-Há (Flor de agua) y de su amor por Noh-Kán (Serpiente Real). El anciano indígena terminó su relato y se perdió entre los árboles, yo tomé el sendero que me conduciría al poblado cercano. FIN

Pobrecitos gatos

Del placentero cielo, al más duro suelo Antes como un rey; ahora, como buey. Andrés J. González Kantún Descendemos de un linaje selecto que se remonta a la época de los faraones y de la tierra de los cuentos de las mil y una noches. En esos lugares fuimos venerados con devoción porque creían que éramos reencarnaciones de dioses o de personajes importantes. Nuestro estirpe es variopinto, por ello se nos distingue como persas, abisinios, de Angora, Siamés, Cartujanos, Birmanos, etc. Una raza que no tiene comparación con ninguna otra. No nos consideramos narcisistas, pero no hay duda de que somos encantadores por decirlo de algún modo: cara en óvalo perfecto, orejas triangulares con funciones parabólicas, ojos claros que encienden de luz la oscuridad, nariz sensible y única, boca fina y dintelada de móviles y enhiestos bigotes, una piel lustrosa, un cuerpo esbelto y ágil que aseamos por costumbre, y una colilarga como giroscopio que nos mantiene en equilibrio en nuestras escaramuzas nocturnas o para protegernos del hermano perro a la hora de correr, si es que nos lo permite. Pero la característica que más nos identifica como digitígrados es que somos tiernos y mimosos con nuestros dueños que los arrullamos con nuestros rítmicos ronroneos. Es tanta nuestra belleza felina que mucha gente nos adopta como mascotas, por tanto, gozamos de muchos privilegios de los que no gozan otros animales. Aunque no somos monedita de oro para algunas personas porque somos acomodaticios y melindrosos. Desprecio que cada día va en aumento, aunque existen pías sociedades que nos protegen ante esa actitud de rechazo. Este evidente desaire se nos ha vuelto una obsesión que no nos deja dormir. Para poder subsistir fue necesario convertirnos en omnívoros y dejar aquella condición de animales carnívoros. Hoy somos unos simples gatos domésticos. Cuando no encontramos una mano generosa que nos dé de comer nos transformamos en unos vulgares ladrones de azotea y aprovechamos nuestros apolillados atributos de felinos para poder conseguir alimentos. Aquella delicada educación ética que natura nos había transmitido se ha enmohecido, no ha quedado nada, si acaso, algunos destellos. No hay de otra, hay que robar. Ya somos salteadores empedernidos. El cinismo ya forma parte de nuestra naturaleza felina porque nos adueñamos de los lugares más cómodos para dormir o descansar que saca de quicio a los dueños de casa: mullidos muebles de una hermosa sala, un cuarto de estar, la cocina misma, etc., y cuando nos ganan los intestinos, deponemos en los lugares menos apropiados, volviendo locos a los dueños que no soportan nuestra heces que son, según ellos, insoportables en comparación con las del mejor amigo del hombre. A veces cuando nos atosiga el hambre, no nos detiene nadie y entramos en grupo en las casas sin importarnos la presencia de los anfitriones obligados. El resultado es un verdadero escándalo por la repartición del robo, pero conseguimos darle gusto al gusto, aunque sea por un rato. Pero cuando nos cierran todas las entradas de la casa nos tenemos que conformar con lo poco que encontramos en las bolsas de basura. Para eso sí sirven nuestras garras retráctiles, antes airosas. Hemos caído muy bajo. Nuestros alardes de majestuosidad gatuna ya se han perdido. Ahora somos una gatería de famélicos y sucios seres que asaltamos todo tipo de hogares. “Pinche vida la de un gato, y todo por el hambre” La noche es nuestra mejor aliada para conseguir alimentos. En nuestras correrías por la cocina andamos con mucho sigilo, pero cuando nos descuidamos con las ollas de la comida y caen estrepitosamente se arma el zipizape: el dueño nos persigue con la escoba y nosotros, maullando de miedo buscando alguna salida para salvarnos, pero algo habremos relamido de las ollas, dejando baba y pelos de gato que saben exquisitos. Estimado lector, ¿alguna vez habrá compartido los alimentos sin saberlo? Entre nuestros compañeros de sufrimiento existe uno, por cierto de piel amarilla, a quien le apodamos “El llorón”. Nos cuenta que es un magnífico psicólogo de seres humanos pues se presenta en la entrada de las casas simulando un lastimero maullido para sensibilizar el ánimo de los dueños para conseguir alimentos. Nunca falla la estrategia porque después le regalan un mendrugo de lo que sea. Pobre tonto, no le creemos. Para comer hay que aprender a robar. Hay que ser cabrón y terco. Cuando no nos llenamos, arrasamos la cocina de la vecina. Esta actitud nuestra incomoda, provocando pleito entre ellas: — ¡Fulanita, tu gato se ha gastado toda la vianda y nos ha dejado sin comer, debemos ponerle remedio a esta situación! — ¡Está usted reloca de remate, ese animal no es mío, quién sabe de dónde carajos vino! — ¡Ah, muy bien si es así, mañana mismo le doy matarile! — ¡Haga lo que quiera! — remata la fulana. Nos niegan con descaro, como San Pedro a Cristo. Y para evitar pleitos vecinales, durante un mes, nos encierran y nos dan lo indispensable para medio vivir. Luego se cansan de nosotros y nos patean nuevamente, y entonces…volvemos a nuestras andadas. Viéndolo bien no somos totalmente huérfanos. Obviamente nacimos en alguna propiedad, aunque nuestro amo no nos quiere reconocer. No nos importa. Nuestra abolengo es fecunda, se multiplica al por mayor. Cuando el deseo se nos sube por la mollera, nos transfiguramos en unos potros insaciables, los famosos amantes conocidos como Casanova y don Juan nos quedan chicos. Nuestra llamada en celo lo anunciamos con un llanto estremecedor de niño recién nacido que cuando se escucha por la noche causa la angustia de la gente en duermevela y nos callan con gritos o nos tiran zapatos, pero nos justifican porque saben que andamos de locos enamorados. No tenemos la culpa, pues es el llamado de Natura, aunque después de cada delicioso encuentro la maldita hembra nos propina una tremenda revolcada. Vale la pena, ¿o no? Algunos insensibles humanos para controlar nuestra reproducción nos arrebatan a los hijos y los abandonan en el monte o cerca de alguna casa, esa perversidad nos mata el alma. En fin, no sabemos que nos tiene reservado el destino o nos permite seguir viviendo o nos sentencia a la extinción. Aunque en justeza no tenemos la culpa de haber nacido gatos, así como los hombres que tuvieron la fortuna de ser hombres. Pero éstos deben aprender a coexistir en armonía con nosotros, dándonos de comer y aprovechar el regalo de nuestra hermosura y a cambio le corresponderíamos en la caza de ratones molestosos. Si les desagrada nuestro comportamiento desvergonzado no ha sido por culpa nuestra, sino que ha sido por el hambre. Deberían ser tolerantes y razonables porque no pasará mucho tiempo en que el hombre tenga que luchar en contra de sus propios hermanos para conseguir comida y entonces su vida será peor que la nuestra. Ya veremos. Por las noches somos tristísimas siluetas encorvadas en la cuerda de la desesperanza que esperamos cualquier oportunidad para escurrirnos en la cocina para mitigar el hambre que nos mata. Ya nos cansamos. Los españoles son los causantes de nuestro sufrimiento. “¡Hambre!” “¡Hombre!” “¡Hambre!” “¡Hambre!””¡Hombre!”¡”Miau!” “¡Miau!” Ronroneo final. 1 de noviembre de 2011.

Generoso árbol del Ramón

EL ÁRBOL DEL RAMÓN (Oox en maya) Andrés J. González Kantún Frente a mi casa, ondean airosas sus frondosas ramas color verde limón unos enormes ramones que en el concierto de la flora, en el espacio que ocupan, lucen ciclópeos como queriendo pelear a los ángeles un beso encendido del cielo. Nacieron para atender las necesidades prioritarias del hombre, así ha sido siempre, desde tiempos inmemoriales. Sus frutos tienen la piel erizada y el color y la forma de la pera, pero en miniatura, son sabrosos si se saben guisar. Los mayas antiguos los convertían en masa para apaciguar grandes hambrunas como la que azotó a Calkiní hace mucho tiempo, así lo cuentan los abuelos. En el mes de agosto caen de a montón en una lluvia interminable de música de tambor y que adoquinan el suelo por donde pasa la gente; su exuberante follaje sirve de alimento para los ganados, caballos y otros herbívoros, así como de posada para cientos de kawues (zanates) que cuando se amontonan en grupos en un desconcierto de chillidos y alharacas en el momento de buscar refugio, atarantan el entendimiento del hombre más calmoso, y sus tronco es un formidable material para trabajos de carpintería en donde la fortaleza de sus nervios los hacen irrompibles. Su único defecto es que a cada rato se descuelgan interminablemente de sus ramas aquellas hojas secas que en cadenciosos giros convierten el piso en un tapiz de hojarasca, causando una mala imagen que obligan a los amantes de la limpieza a desdoblarse en más trabajo extra. Si se intenta el aseo, de nada sirve pues más se tarda en despejar el suelo en que se vuelve a inundar de sus vestiduras marchitas que se van con la ayuda del viento para ensuciar otros lugares. De sus bondades, yo no aspiro a más que a una sola: su sombra que ofrece su floresta para hundirme en la gracia inefable que da la lectura o la compañía de un amigo casual que se detiene por un instante conmigo para compartir las dichosas palabras…