jueves, 21 de febrero de 2013

Carta de un maestro a sus alumnos

Exhortación a José María, estudiante Andrés Jesús González Kantún José María: Desde hace mucho tiempo he deseado entablar contigo una agradable conversación ya sea como amigo o maestro con la única finalidad de animarte a reflexionar sobre tu existencia advertirte de las ventajas que trae consigo el obtener una carrera profesional. Así que aviva los sentidos y escucha con mucha atención lo que voy a explicarte. Yo no sé si alguna vez te has puesto a pensar que la vida actual es muy difícil de enfrentar o si lo has notado poco te interesa, te haces de la vista gorda. Te aseguro, por experiencia propia, que está llena de baches que te impedirán caminar con soltura si no cuentas con las herramientas más adecuadas para conquistar el mundo. Esas herramientas la conforman la dirección de tus maestros, tu voluntad para salir adelante y el apoyo decidido de tus padres, seres que jamás te dejarán solo ante nada ni nadie sí está de por medio tu felicidad y tratarán de forjarte en el yunque de la vida a como dé lugar para conseguirte una forma honesta para vivir y que no debes jamás desaprovechar. La sementera que eres tú, está fertilizada de energía con el tesoro divino de tu juventud, pero no equivoques el camino ni te confíes y deberás cambiar siempre a la endiablada enemiga de la irreflexión por la ventura de tus frescos años mozos para evitar los sufrimientos del mañana. A veces se te nota en el rostro una sonrisa limpia y amorosa en tu trato cotidiano con tus compañeros de estudios, que es maravilloso, aunque a veces, a escondidas reniegas por todo o simulas en alegrías tus desagrados, claro, cuando te conviene. En otros momentos, vuelas hechizado en alas de tu fogosa intranquilidad y te conduces a tu manera muy particular de entender la vida y te conviertes en un jugador implacable en clases con tus bromas pesadas, con tus juegos de palabras, te gana la apatía por no aprender y reclamas y te ofuscas y le echas la culpa a todo el mundo por todo lo que te sale mal por no querer aprender a descubrir la ciencia y el mundo de la cultura. Ten paciencia y modera tu carácter. Por todo lo anterior, José María, y si tú me lo permites, desearía repasar en tu mente loca las siguientes reflexiones: ¿Vivirán eternamente tus padres para protegerte y solucionar todos tus problemas, desaciertos, anhelos e inquietudes? ¿Crees tú tener el tiempo suficiente y la capacidad necesaria para resolver acertadamente los apuros que plantea la vida en cada instante? ¿Acaso no te has dado cuenta que algún día serás la estrella resplandeciente y única de tu propia familia a quien le darás luz propia? ¿Has pensado alguna vez en tus padres que aunque te han dicho que no quieren nada de ti tienen la ilusión y el derecho bien ganado de disfrutar en su vejez de tus futuros logros? Aunque te hayan repetido: — ¡Aprovecha lo que te damos ahora, nos conformamos con que no nos pidas más! Pues bien, José María, si no te has dado cuenta de nada, yo te advierto, escúchalo bien, sí muy bien: Las malas conductas traen problemas, pero pueden ser rectificadas a tiempo, pero más tarde ya no tienen remedio porque Cronos camina siempre para adelante. Ármate para la vida que es una verdadera necesidad urgente. Claro, son normales tus inquietudes, las mentiras a tus padres para justificar tus distracciones, tus malos resultados en las evaluaciones, tus cascabeleos en el salón de clases, tus desatinos, tus juegos, tus tonterías, tus caprichos y corajes, pero no te pases. Piensa y sé prudente y programa tu tiempo, intenta buscar con clara mirada lo positivo de la existencia; aprende a filtrar lo bueno de lo malo; exprime con ganas la sabiduría de tus progenitores, de tus maestros, y de tus amigos bien centrados; cambia tu actitud negativa por positiva; deja de hacerte tonto; rebate lo que dicen tus maestros, pues no son perfectos, cuando tengas la razón; sé tolerante con los que no coinciden con tus ideas; piensa que desarrollando la inteligencia con el análisis y la reflexión te harán llegar hasta la luna; interpreta lo que lees para ser libre porque la lectura te conformará un criterio personal para no dejarte manipular con migajas como recompensa en la política o en decisiones que puedan afectar tu vida personal; no arrebatas las palabras cuando converses, espera tu turno; aprende a escuchar con respeto; no te detengas ante nadie en tus luchas por encontrar el éxito; ponte siempre a tono con la tecnología, no te rezagues; pregunta y expón tus inquietudes; debate, recita, canta, baila y enciende la chispa de tu creatividad en todas las ramas de la ciencia y la cultura; defiende tus convicciones; afina tus decisiones y finalmente, llénate de la jugosa savia derramada por toda aquella gente que te quiere y te rodea, y si haces caso de todo estas recomendaciones, José María, no te arrepentirás y penetrarás con paso firme en el umbral de un mundo maravilloso de acuerdo a tu preparación anticipada y tendrás la inmensa fortuna, ahora sí, de ofrecerles a tus viejecitos y a tus futuros hijos un paraíso de dulzura y seguridad familiares. Por el contrario, si atendiendo a las advertencias expuestas anteriormente no te vaya bien, no te acobardes, lucha y enfrenta la vida con valor y firmeza pues tu preparación profesional tarde o temprano te recompensará por todo el tiempo perdido; en cambio, si te gana la mediocridad, la dejadez, la terquedad y la sordera por no querer escuchar estos consejos dados por todos los que están cerca de ti, entonces, no te quejes, ni llores ni vuelques tus frustraciones ante la sociedad, ni te desquites ante esos seres inocentes (tus futuros hijos) que nunca sabrán, a menos que se los digas que tuviste oportunidades para forjarte un futuro exitoso pero las dejaste escapar por tonto durante tu paso por la escuela teniéndolo todo a mano y en bandeja de oro. Para terminar, José María, hazme caso y no te arrepentirás por estas recomendaciones que desde hace tiempo deseaba compartir contigo como maestro, pero mucho más... como un viejo amigo y tutor. Calkiní, Camp. 21 de febrero de 2013.

domingo, 17 de febrero de 2013

¿Qué pasa con las Sociedades Culturales y Deportivas de Calkini?

OTRORA FUNCIÓN DE LAS SOCIEDADES CULTURALES, RECREATIVAS Y DEPORTIVAS DE CALKINI Es indiscutible que las primeras sociedades Culturales, Recreativas y Deportivas en Calkiní funcionaron a toda máquina en la era de vapor. El deporte y la cultura desbordaron los límites del éxito, convirtiéndose a final de cuentas en los símbolos que distinguieron a la patria chica. Como sucedió con la Sociedad Aurora que en el área del deporte y la cultura—el béisbol, básquetbol y el teatro— logró destacar extraordinariamente, no sólo en la esfera local sino nacional e internacional, especialmente en el deporte. Fue tanta la explosividad del muestrario cultural calkiniense que dio origen a que se le bautizara con el apelativo: “La Atenas del Camino Real”, como aún se reconoce, y que no se ha quedado durmiendo en sus laureles ya que se advierte su prestancia en la sociedad del Camino Real. Pero avistemos en lo general la conducta de las sociedades existentes. De aquellos nobles objetivos románticos, obtenidos con esfuerzo, amor y buen gusto, se han mudado en otras intenciones de orden mercantilista traducidas en fiestas sociales o para apoyos en actividades políticas para fortalecer futuros intereses claros e implícitos. De aquellas promotoras del arte y la cultura han mermado sus energías y motivaciones, si acaso relumbran titubeantes lucecitas estelares de buenas intenciones No obstante, que en Calkiní es feraz sementera para sembrar y tonificar toda clase de actividades debido a la presencia de escuelas de distintos niveles sedientas a recoger en su regazo el desarrollo físico y cultural que se les pueda ofrecer. Las oportunidades siempre están disponibles para la reconciliación con el arte y la tradición tales como las fiestas populares de los barrios y de la ciudad (vaquerías), fechas conmemorativas, los carnavales en que brillan por su ausencia, el fortalecimiento de la Campechanía, el intercambio cultural con otras sociedades de la misma hermandad; en fin, se cuenta con un bagaje variopinto de ideas que pudieran aprovecharse para exterminar el desánimo y el conformismo. Sería muy meritorio que se recuperaran los propósitos originales que le dieron vida con la savia innata del saber y el entretenimiento. Urge el renacimiento de todas las sociedades cuya presencia se hagan plausibles, dinámicas, indispensables en todas las prácticas para la subsistencia del patrimonio cultural o de otra índole ya sea como participantes, colaboradores, promotores de tal modo que revitalice el espíritu sabihondo de esta tierra de los Ah Canul, ya de por sí censurada por su dejadez plasmada en una expresión jocosa y aguda que dice: “El apenas del Camino Real”. Desde luego que esta tarea no es muy fácil de resolver, pues los tiempos han cambiado y los intereses de la juventud— que sería el alma para esta resurrección— son otras, y además el desapego por la familia inciden en esta difícil misión para inflamar esas lumbreras de luz que iluminaron a Calkiní en otros tiempos, sin embargo, esa situación podría cambiar si se invoca a la sensibilidad de los jóvenes y con demostraciones para recobrar ese amor por el terruño. Las autoridades en turno deben intentar recuperar esos brazos (antes polifémicos) de la cultura entumecida por la indolencia y dialogar persuasivamente con ellas y apoyarlas en todo lo que se requiera para que puedan reaparecer como el ave Fénix transformadas en bienhechoras, creadoras, organizadoras y protagonistas de la historia cultural y deportiva de esta tierra potencialmente capaz. Es necesario contar con su apoyo (las sociedades) y no depender exclusivamente de la Casa de Cultura que no se basta para atender tantos compromisos sí acaso los tienen o duerman también en la pereza del sueño eterno por falta de liderazgo o si acaso a medias. Reitero, una muestra de ese esfuerzo, que se ha notado a leguas, lo ha manifestado la Aurora que no ha cejado en su empeño, aunque en gotas, en organizar actividades de diferentes especies para la preservación del prestigio que un día ganó a pulso. ¿Y las demás sociedades qué…? ¿Existen? ¿Dónde están agazapadas? Vale la pena intentarlo, sólo es cuestión de voluntad, amor por la sociedad nativa y el entorno municipal. Que el tiempo y nuestra tierra sean testigos y juzgadores de estos buenos propósitos para llevarlos en el limbo del desarrollo cultural. Todo es cuestión de honor y vocación de servir. Esperemos…

sábado, 16 de febrero de 2013

Una escena enternecedora

UNA ESCENA ENTERNECEDORA Llegué al CENDI para recoger a mi nieta Nuria por encargo de su madre y encontré en la entrada del salón a Érica, mi sobrina, la encargada de esos niños en botones en cuyo regazo descansaba una muñeca desmayada con la cabecita rizada en donde pescaba con un anzuelo, sus uñas, piojitos que reventaba con bastante regocijo, así lo logré apreciar. Más adelante miré y quedé hondamente impresionado ante un espectáculo maravilloso ofrecido a mis cuatro ojos. Tirados como juguetes en miniatura sobre unas colchonetas, unos niños dormitaban profundamente. Era un grupo compacto, formando un círculo cuyos centros lo ocupaban las cabecitas celestes casi juntas y los cuerpecitos como rayos de bicicletas y la punta de los piececitos cerraban la periferia. Dormían plácidamente el sueño de los angelitos en una verdadera sincronización respiratoria de bajadas y subidas de sus pechitos. Dominaba un silencio emocionante que me dio miedo de rasgar el celofán de aquel cautivante momento y como pude amortigüé los pasos para tomar en mis brazos a mi nieta Nuria, sin que se diera por enterada de mi intromisión. Bajé las escaleras con una muñequita dormilona y desanduve el camino de la rutina. Mi embobamiento no encontraba cuadratura ante aquella escena inusual de niños perezosos que después de una comida caían hipnotizados en un contagio colectivo y automático en brazos de Morfeo, el Dios sueño. Dios bendiga a todos los angelitos- niños que son el néctar divino de la vida en un hogar.

Una escena enternecedora

UNA ESCENA ENTERNECEDORA Llegué al CENDI para recoger a mi nieta Nuria por encargo de su madre y encontré en la entrada del salón a Érica, mi sobrina, la encargada de esos niños en botones en cuyo regazo descansaba una muñeca desmayada con la cabecita rizada en donde pescaba con un anzuelo, sus uñas, piojitos que reventaba con bastante regocijo, así lo logré apreciar. Más adelante miré y quedé hondamente impresionado ante un espectáculo maravilloso ofrecido a mis cuatro ojos. Tirados como juguetes en miniatura sobre unas colchonetas, unos niños dormitaban profundamente. Era un grupo compacto, formando un círculo cuyos centros lo ocupaban las cabecitas celestes casi juntas y los cuerpecitos como rayos de bicicletas y la punta de los piececitos cerraban la periferia. Dormían plácidamente el sueño de los angelitos en una verdadera sincronización respiratoria de bajadas y subidas de sus pechitos. Dominaba un silencio emocionante que me dio miedo de rasgar el celofán de aquel cautivante momento y como pude amortigüé los pasos para tomar en mis brazos a mi nieta Nuria, sin que se diera por enterada de mi intromisión. Bajé las escaleras con una muñequita dormilona y desanduve el camino de la rutina. Mi embobamiento no encontraba cuadratura ante aquella escena inusual de niños perezosos que después de una comida caían hipnotizados en un contagio colectivo y automático en brazos de Morfeo, el Dios sueño. Dios bendiga a todos los angelitos- niños que son el néctar divino de la vida en un hogar.

Los tricicleros de Calkiní

LOS TRICICLEROS El gato volador “Un enjambre de esforzados seres en frenético giro de sus alados pies, pululan por todos lados— en callejones y avenidas— en busca del pan de cada día tan necesario para la supervivencia” Para ser triciclero, si se quiere sobrevivir, no se necesita más que voluntad para trabajar. Quizá sea la última oportunidad que les queda a todos aquéllos que por desinterés o jugarretas de la vida no encontraron la oportunidad para conseguir trabajo en la profesión que escogieron o de plano no terminaron sus estudios o de por sí no les gustó la escuela. En el Camino Real, el oficio predominante es la albañilería y le sigue en importancia la actividad de triciclero, además de otros quehaceres menores encerrados en la informalidad. No es un trabajo deshonroso porque saca de cualquier apuro a quienes se dedican a esta labor, aunque los que adquirieron alguna carrera merecen mejores oportunidades. Como es el caso de una gran cantidad de egresados de las diferentes escuelas de nivel superior en Calkiní que no obtienen empleo en la carrera que escogieron y no les queda más remedio que dedicarse a la tricicleada o a otros subempleos, siempre hay más excedentes de profesionales que fuentes de trabajo. La creación de los triciclos fue un gran acierto de los fabricantes, pues vino a resolver un problema antiguo de empleo y de transporte de pasaje y carga, ya que la adquisición de uno de esos vehículos está al alcance de la mayoría de la gente. El triciclo es un vehículo con equidad de género, que aparte de la función esencial para lo que fue diseñado, se utiliza para múltiples actividades: • Le sirve al campesino para traer leña y otros productos de su parcela. • Contribuye a evitar la contaminación ambiental. • Funciona como una tienda ambulante o fija, exhibiendo en venta golosinas, baratijas, antojitos, pozole, paleta y nieve, y además sirve como un vehículo propagandístico, entre otras labores que son infinitas. A los triciclos los visten de acuerdo con el gusto del chofer. Cuatro varillas de diferente material fijados en la estructura tubular y con un techo de toldo adquirido o regalado por algún partido político. Un asiento de madera sin cubrir o acolchonado. Un piso de tablas o lámina, y en los costados un material de cualquier cosa, y a veces, unas cortinas transparentes que se materializan en los tiempos de lluvia. Época que provoca el temor de los pasajeros, pues al pasar por calles inundadas en donde no se advierten los hoyancos se vuelcan y terminan en accidentes indeseables. Lo mismo sucede cuando no se observa el estado etílico del conductor, la chispa de sus palabras anuncian que equivocó uno el momento y no queda más remedio que enfrentar los latentes riesgos. Algunos son buenos para cobrar y no les tiemblan las manos; otros son más conscientes, tomando en cuenta la distancia; otros no dan servicio hasta no completar la carga humana. Pero cuando coincide una familia numerosa, hasta en el toldo quisieran instalarla. Desconocen los dones de la urbanidad en el trato y más en el vestir que se pasan de informales: descuidados y siempre en pantalones cortos. Intentar ocupar un triciclero en plena carrera es una verdadera hazaña más que la conquista de México pues se vuelven sordos a propósito al llamado de los usuarios y si acaso responden se justifican con argumentos infantiles, no obstante, que a veces no tienen la necesidad de desviarse del camino que llevan, tal parece que no necesitan el dinero o a veces se percibe que les cae uno mal. Pero lo que más molesta es querer contratarlo cuando están estacionados en espera aparente de clientela y se niegan con una displicencia que choca y al mismo tiempo lanzando una mirada que mataría en un instante a King Kong. El desplante es una de sus insignes conductas y además desquician la paciencia en el tránsito con ellos y a veces dan ganas… Como en todos los oficios, entre los tricicleros, no faltan sus personajes sin pares que aturden el entendimiento si no se les conoce. Entre estos trabajadores, se distingue uno a quien le apodan: “El gato volador”. Circula por las calles velozmente en busca de pasaje, resoplando escandalosas palabras sin sentido que asusta a quien intenta contratarlo. En realidad es una persona inofensiva que le gusta jugar y exhibirse en actitudes infantiles que no van de acuerdo con su edad. Incluso en los amontonamientos públicos le gusta ponerse de cabeza, y después de volver a su postura original, lanza un grito ruidoso que se pierde entre las rendijas de la multitud distraída en la atención de su espectáculo, obviamente causa un gran alboroto. En los períodos electorales, los tricicleros aprovechan la oportunidad para modernizar el toldo de sus vehículos, lo reciben como un regalo de los partidos contendientes (los más fuertes) como si este gesto caritativo les garantizara el voto. Algunos son difíciles de caer en el engaño pues saben el propósito implícito del regalo, se niegan a aceptarlo, en cambio los convenencieros se dejan comprar. Pero los partidos para asegurarse que la propaganda le llegue al público, como es el caso de uno que tiene los colmillos bien retorcidos prefieren instalarlo en el momento de la entrega. Esta actitud evita que el triciclero guarde el regalo y pueda aprovechar a otros partidos que van con el mismo propósito. Los triciclos, aves amarillas con franjas blancas, en su mayoría, se instalan en hilera infinita y esperan pacientemente el armado de sus parasoles que les llegarán de las manos ansiosas de carpinteros improvisados como un obsequio que humilla la dignidad humana por el trasfondo político que representa dicha regalía. Un conductor de un carro que va detrás de un triciclo le da tiempo para contarle los pelos a un gato, y más en la espera del cambio de la luz verde en el semáforo en un cruce de vía y más cuando transitan en religiosa procesión mundana. El automovilista tendrá que armarse de paciencia, y no le queda más remedio porque sabe que el triciclero goza de los mismos derechos que él para transitar. En el disparo de la luz verde el chofer del carro desenmascara el coraje y dulcifica el alma por un instante al observar el agónico esfuerzo que despliega el triciclero al darle las primeras vueltas a los pedales. Pero ese humilde trabajador sonríe maliciosamente y tal parece decir entre dientes: “Ahora te aguantas, tanto derecho tienes tú como yo de circular y circular por donde se quiera”, mientras el chofer se consume de impaciencia y su otro yo renueva el conteo de lo que ya antes había contado… los pelos del gato. Ese derecho que les asiste por circular por todos lados no ha sido reflexionado por ellos pues por las noches, como cocuyos sin luz, giran por el pueblo y lugares circunvecinos, exponiendo su vida misma y la de los viajeros. Son fantasmas en pena nocturna que comprometen a los vehículos mayores. En otros lugares como Candelaria se les ha prohibido transitar por las noches. Cuando no tienen espejo retrovisor, rebasan sin previo aviso o señalan el rumbo de forma inesperada, pero el colmo de los colmos es que a veces lo hacen posicionados en el carril indebido. Se tiene que avispar los sentidos si se quiere evitar alguna desgracia. Siempre tiene uno que anticiparse a sus reacciones espontáneas. Cuando no hay vigilancia policíaca transitan en el sentido que les da la gana y prefieren recortar el camino (sentido contrario) para evitar un desgaste tremendo al rotar en la dirección correcta, quizá tengan razón pues sus potencia vehicular es la de un hombre de fuerza, no dan para más. Algunos prefieren empujar el triciclo como una justificación, aunque quebrantan siempre los reglamentos de tránsito; yo no sé de dónde hayan sacado la idea de que esa actitud es permitida por las leyes de circulación. Pero no todo es naranja agria en el huerto de los tricicleros, también saben cultivar naranja dulce cuando se les concede la enorme responsabilidad de transportar a los niños a la escuela. En este encargo se transforman en excelentes conductores con el conocimiento de las reglas de tránsito de pe a pa, convirtiendo a la prudencia en la rectora de su transitar y cumplen a cabalidad devolviendo salvos a los niños a sus casas. En carnaval los invitan a participar en el concurso tradicional de triciclos alegóricos los cuales convierten en plantas, animales o máquinas, dándoles vida y colorido sin igual y que arrancan aplausos resonantes de un público atento que le forma valla en su recorrido por la calle principal (calle 20) construido en la época colonial por el fraile Pedro Peñas Claros. A veces viajar en un triciclo, cuyo conductor es de palabra fácil, distrae el ánimo al desliar de la madeja de sus pensamientos las palabras que traen el consuelo o la alegría al pasajero. Se abre el diálogo y las cuitas se enredan para enfrentar el día con más energías. Una conversación ágil que se lleva el viento y por la fuerza de la plática permite a terceras personas oír el mensaje sin solicitarlo, saboreando la frescura almendrada de los pensamientos ajenos. Después de todo, ser triciclero es un modo honesto de ganarse la vida en la diaria lucha por la supervivencia por estos caminos viejos de los Ah Canul, y que a pesar de los problemas que causan a los vehículos mayores, más por la lentitud en que ruedan, tienen el derecho inviolable de luchar por la existencia. Las angustias que sufre un automovilista en el momento de encontrarse con estos bárbaros de los pedales son pasajeras y sabe aguantar, aunque forzadamente. En fin, todo sea por el bien de estos amigos de “Mercurio”, brazo derecho de su trabajo diario. Tricicleros que controlan a fuerza a los automovilistas acelerados, ellos, reitero, son contribuyentes indiscutibles del cuidado del ambiente. Alegre por el camino va en agónico paso, mil sueños: “Tarde, pero seguro” es su lema, atento viajero. Derecho tiene a la vida de eso nadie lo discute lo único que respetar debe son las señales de tránsito. Triciclo especial de niños que en la mañana pletórico va, cargando inocencia y risa en tarea conferida. Arácnido engarzadora de angustia familiar, incierto es tu destino, dale vuelta a la vida y gira como siempre has girado No te detengas, pero aprende del rastro que has dejado…

sábado, 2 de febrero de 2013

UN FRANKISTEIN VEGETAL Andrés Jesús González Kantún En su paso por Veracruz (en su libro: La verdadera conquista de la Nueva España) Bernal Díaz del Castillo, dejando caer unas semillas de naranja dulce en la tierra virgen presagia: —Estas semillas brotarán y ofrecerán, algún día, un medio de vida a estos pueblos en vías de conquista. Los ibéricos, después de la toma de la gran Tenochtitlán, trajeron de España más cítricos, en especial la naranja agria, y otras clases de plantas. Se promovió luego una permuta intercontinental con productos de todas índoles, y en honor a la verdad nos regalaron más a nosotros, que nosotros a ellos, incluso endosaron a la cultura mesoamericana la genialidad de la palabra indoeuropea. Es curioso, la naranja agria sólo germina en tierra peninsular y es una mil usos para la sazón de los alimentos en la cocina singular nuestra, ¿qué sería un sabroso chocolomo sin la condimentación de la naranja? ¿Y el remedio casero para las contusiones? ¿Y la exquisita agua fresca de naranja?, ¿lo ha probado usted? Es medicinal. Esta naranja del texto presente no fue sembrada a propósito por alguien, sino habrá sido una mano anónima y casual, quizá haya sido el viento o algún pájaro carpintero en diáspora hayan sido los causantes benignos del nacimiento de esta planta indispensable para las amas de casa. Los frutos lo consumen los trabajadores de la Escuela Normal de Profesores porque saben que existe en un rincón del cercado y lo aprovechan también los transeúntes de la calle 22 A, y los vecinos porque sus ramas cuelgan adormecidas fuera de una barda y es fácil bajarlos con una horqueta o un brinco simiesco o si no caen cuando están maduros con un ruido seco y flojo. Frente a mi casa miro siempre a mi árbol y me causa mucha gracia por la imagen que percibo de ella, mi consentida naranja. En medio de un árbol de naranja agria con frutos corrugados escondidos en racimos entre espinas y una marejada verde, y un tronco seco y ceniciento de una palmera—afianzado en un arriate rectangular coloreado de vida pura primaveral—se halla construida una barda con el color rabioso de la bilis en cuyo canto sobresale encrespada una fila de vidrios rotos para desanimar a los más pintados gustosos de lo ajeno. En ese mismo sitio donde coinciden las dos plantas, la una viva y la otra momificada, han encontrado su nicho de amor una pareja de enormes gatos y dialogan frente a frente sentados sobre vidrios. El macho con llanto lastimero de niño pesaroso; y la hembra, con voz resonante y arisca le reclama al galán no sé qué cosas. Mi nieto Jafet que escucha entra presuroso a casa y yo trato de echarlos a larga distancia porque también me dan escalofríos, pero no me hacen caso y tengo que acercarme para hacerme notar y saltan temerosos para la reconciliación amorosa. Visto el tronco liso recortado al ras del cerco, y la copa de la naranja que cae sobre él porque rebasa la barda, en un juego visual ofrecido por la perspectiva parece figurarse uno, la imagen absurda de una nueva especie vegetal de cítrico y palmácea: un frankistein vegetal, un injerto nacido de la mente loca de aquél que sólo pierde el tiempo en darle vuelta a los ojos e imaginación creadora para fabricar mundos confusos o entes fantasmagóricos. En fin, la mente fecunda no tiene límites para encontrar placer en la vida y agradecerle a la madre Gaia por darnos tantos dones y su gentileza por habernos regalado el privilegio de crecer a su lado. 16 de enero de 2013.