HACE 50 AÑOS EN EL SOLAR NATIVO…
E
Quitarle una cinta al toro, ruletas y
banderillas de palomas
.
Es un corpulento búfalo
negro de 800 kilogramos de peso y de raza cebú que es liberado de un árbol de
roble, situado alrededor del ruedo. Viene enmascarado en una tosca fibra de
henequén para evitar mirar a la gente que asiste a la fiesta y no le altere sus
sentidos de toro matrero. Lo traen dos
vaqueros de inolvidables recuerdos los hermanos González: Perucho y Huelús.
(Aclaro estos vaqueros sólo los menciono como un homenaje a su recuerdo pues el
primero ya no se encuentra entre nosotros y el segundo, impedido por la edad y
una dolencia). Lo encaminan entre la
gente, que se hace a un lado para
dejarlo pasar y luego lo amarran en un
tronco cenizo de escamoso huano,
sembrado en medio del ruedo.
Los vaqueros le cinchan la panza, pasándole una parte de la soga por
debajo de la cola que lo hará más cabrón, y en consecuencia, pegará saltos descomunales con el peligro latente de llevarse de corbata a los que miran atenciosos
desde las barandas.
Le anuda el soberbio cuello una cinta resplandeciente de azul cielo en regocijo de color de fiesta con el
nombre impreso del donante: Pastor Bolívar Chim (RIP). Es un nudo a semejanza de
un capullo de mariposa anhelante por levantar el vuelo en la tempestad de polvo árabe que se levanta con los pataleos
de la bestia; una incipiente mariposa que necesita ser libertada con la mano o con
la delicadeza de los dientes por algún
torero que tenga la valentía suficiente para enfrentar el reto. Es una empresa
escalofriante, pero digna de admirarse.
Con mucha dificultad le
amarran sobre el lomo un artefacto pirotécnico
que encenderán en el momento preciso.
El clarín
anuncia el inicio de la danza con la calaca, madrina del ahijado de la
muerte. Cae la careta, se enciende la ruleta y se suelta a la bestia quien
brinca y brinca sin cesar por causa del cincho y el fuego que dispara cohetones
por todo el ruedo. La gente joven no entiende de estas cosas y se remedia con
una voz cansada de un antiguo socio, pero clara que explica que hace 50 años
así se desarrollaban las corridas.
El toro se pasea
desafiante dentro del coso de xcolohché.
Silencio. Sorpresa. Incertidumbre. Ventura,
un viejo torero amigo vestido de civil, increpa
a sus compañeros de brega a torear. Salen en bola y lo rodean para
aturdir al animal y se queda el más valiente a terminar la faena. Vienen las
banderillas de palomas encerradas en sendas cajas de cartón que levantan el vuelo o caen al piso cuando
las banderillas se engarzan en el lomo
del animal.
Ya cansado el astado se
pretende descolgar la cinta del desafío, pero esta vez y como siempre se
fracasa. Esta suerte es tan peligrosa que raras veces se logra ejecutar con precisión,
sólo lo han conseguido en otros tiempos Mariano Canto y el “Chino Cámara”.
Los vaqueros imaginarios
de a pie son suplidos por varios caballistas que lucen sus habilidades para
atrapar al toro que no hace nada por
defenderse pues ya conoce de qué se trata pues no es la primera vez que lo
meten en una plaza de fiesta taurina.
Esta tradición de donar
toros, como en este cincuentenario de fiesta, poco queda sí acaso la maestra
Librada Trejo Bolívar que ha convertido, en forma particular, esta
costumbre como un compromiso de amor paternal. En esta corrida hubo otro señor que donó en lidia otro
toro y los demás fueron por cuenda de la directiva.
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