jueves, 25 de octubre de 2012

Hombres gigante en el Camino Real

Cantar 10 GIGANTES Y ENANOS EN TIERRAS DEL CAMINO REAL Oye mi pequeño lector, te quiero contar una historia de horror salida de la memoria de mi madre Madús cuando apenas era un niño de mocos e inquietudes. Me sentaba gustoso junto a ella a tejer culebritas de huano que se amontonaban cerca de mis pies mientras sacaba de su boca desdentada monstruos fantásticos, X tabayes y alushitos que me sumían en un mar profundo de miedo y emociones indescriptibles. Escuchémosla: —Escucha Lesho, hijo mío, antes que se aparecieran sobre la tierra del mayab los primeros hombres de maíz ya se paseaban sobre ella unos seres gigantes llamados Hua-paach’ oob quienes se divertían como el gato y el ratón con las personas que por las noches se encontraban en su camino cuando volvían de paseo o de aprendices de enamorados. Si algún monstruo se tropezaba con algún joven despistado le tapaba el paso, pero le abría las piernas para darle la oportunidad de escapar sí se animaba. Si aquel pobre hombre no se decidía a correr el riesgo, entonces, optaba por desandar el camino para salvarse, pero antes de alcanzar la otra salida, el gigantón ya se encontraba de nuevo cerrándole el paso de manera que no tenía más remedio que pasar por debajo del túnel que formaban sus arqueadas piernas que se cerraban al instante cuando intentara cruzarlas para ser destripado sin compasión. Ya de grande cuando el gusanito de la inquietud por la lectura me atrapó en sus redes, tuve la oportunidad de ojear el mismo mito en un libro llamado: Los Cantares de Dzitbalché y quedé boquiabierto por el parecido en la esencia de la historia (aunque con algunas diferencias) que me había contado mi viejecita Madús, ay cuánta la quise. Por ejemplo los gigantes del libro tenían siete cabezas y el monstruo de mi viejecita una sola, pero ambos espantos siempre impedían el paso a los trasnochadores. El monstruo del libro acostumbraba a plantear una pregunta difícil a la víctima que debería responder con acierto sí quería sobrevivir, en caso contrario, era devorado sin compasión. Pero llegó un día en que un joven héroe maya logró responder a la pregunta y los hombres montañas desaparecieron para siempre de la faz de la tierra. Cuentan los abuelos que se convirtieron en gusanos como el ciempiés o chimés en maya. Luego aparecieron unos hombres enanos y jorobados, como el Quasimodo de Víctor Hugo en su novela Los miserables, conocidos como ppuz (oob). Dicen los abuelitos que aquellos alushitos poseían poderes asombrosos pues levantaban objetos pesados solamente con la fuerza del pensamiento. A ellos se les debe la construcción de las maravillosas ciudades mayas. Concluye Madús y yo ya no quise irme solo a la hamaca y tuve que pedirle que me adormeciera en su regazo mientras me tranquilizaba, qué extraordinaria contadora de cuentos era mi madre, lástima que no le puse atención a tantas otras historias que me contó. Sí algún día, mi pequeño amigo, reaparecieran estos monstruos enormes en la tierra nuestra y te encontraras con alguno de ellos, no te asustes e intenta resolver lo que te pregunten si quieres salvarte y eso lo lograrías únicamente a través del estudio. Imagínate que te preguntaran: ¿Cuáles son las historias que cuentan, los Cantares de Dzitbalché? Si no la respondes ya estás frito.

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