miércoles, 25 de mayo de 2011

Y volvio: La luz

... Y  VOLVIÓ LA LUZ
Andrés Jesús González Kantún
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Estrenando un traje rojiverde, bajo el resguardo de una bolsa de plástico de color negro,  llegó a mi rústico  jardín enclavado en el espacio de mis amores, la más preferida de mis flores,  la buganvilla roja y roja.

Era tan grande mi desesperación  por verla crecer a mi lado  que no tuve el suficiente cuidado para despojarle la frazada con que vino cubierta, ni recuperar la tierra original que se  desmoronó en el manejo y que debió acompañarla en su nueva casa. Luego la deposité  en una  sementera de tierra diferente al original de donde vino, provocándole  con este  acto la extracción de su  alma que le daba vida. Enorme error de mi parte.

Su amiga hermana que la acompañó en esta expedición que fue atendida con mayor esmero, lucía esplendorosa mientras ella agonizaba lentamente, muriéndose de amor por su nuevo dueño.
Al mirarla en ese estado de suprema tristeza,  reflejada en su rostro y cuerpo, a punto  estuve de arrancarle el corazón y tasajearla para aventarla con furia hasta donde no tuviera recuerdos de su presencia inútil, pero me contuve porque entreví en ella, aunque muy imperceptible, sus ansias de vivir, de gozar la vida. La esperanza me hizo esperar.

Cuando regresé después de varios días, ya rumiado el coraje, volví a mi parcela para darle de beber a mis sedientas niñas y  me atreví a verla de reojo porque conservaba dentro de mí la ilusión de que recobraría la salud.
Y mis deseos se cumplieron, la fuerza de la fe y la esperanza dieron fruto.
Ahí estaba ella, exhibiendo en todo su esplendor, entre todas sus compañeras, una milagrosa metamorfosis, pero diferente al de Gregorio Samsa; una transformación rejuvenecida, así como cuando me la traje por primera vez de la tierra de los panes: coqueta, y risueña, frondosa como en un plenilunio de verde mar y mejillas arreboladas por el frío. Sí, amigos, colmada de  flores rojas cuales mariposas prestas a desplegar las alas y lanzarse al vuelo en el confín del universo  como  aquéllas que llenan de color  el corazón de cualquiera que sabe apreciar la magnificencia de la naturaleza, y que ésta le dio nuevamente a mi bien amada buganvilla de Pomuch… la gracia de volver a la luz… de la vida.

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