viernes, 2 de noviembre de 2012
Ilustración 1 El Pap'ul
9 DE MAYO DE 2012.
Como anticipo de los 60 años de aniversario de fiesta del barrio, un grupo de inquietos jovenzuelos para recordar una tradición, casi extinta, se organizaron y prepararon una gran cantidad de cántaros y los adornaron con peculiar gusto en el uso de papel de china para romperlos como piñatas al estilo navideño.
La única diferencia es que su contenido no estaba colmada de bombones y golosinas de mil sabores, sino de sabandijas de todas clases, zorros y lagartijas que caían del trofeo roto, intentando escapar de la maldad de los chicos que los perseguían y los atrapaban para peloteárselos entre todos ellos. Este festejo ha hecho raíces en cada fiesta de mayo.
Cantarito tepakanense
en instrumento de hogar
te has olvidado,
hoy sin pena ni gloria
pendes de una soga
en balanceo infinito
para defenderte
de manos ávidas
que romper quieren
tu alma.
En lugar de agua
diversión a
la juventud regalas
que no se tienta
de jugar contigo
para hacerte
abortar
sabandijas de clases mil.
1952 HACE 50 AÑOS EN EL SOLAR NATIVO… 2012
11 DE MAYO DE 2012
SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DE FIESTAS
CORRIDA DEL RECUERDO
CINTA, PÓLVORA Y BANDERILLAS DE PALOMAS
Es un corpulento búfalo pulido en diamante negro brillante de 800 kilogramos de peso y de raza cebú que se suelta de un árbol de un frondoso roble, situado en una lomita alrededor del ruedo. Viene enmascarado con un pedazo de pita de fibra de henequén para evitar que mire encorajinado al público que asiste a la fiesta y no le altere los sentidos de toro matrero. Lo traen dos vaqueros de inolvidables recuerdos, los hermanos González: Perucho y Huelús. (Aclaro estos vaqueros sólo los menciono simbólicamente como un homenaje a su recuerdo pues el primero ya no se encuentra entre nosotros y el segundo, impedido por un accidente y la edad).
Al toro se le encamina al ruedo a un destino incierto sólo con la finalidad de satisfacer el ego del hombre por un entretenimiento que data de hace muchísimos años de antigüedad. Camina lentamente entre el mar de gente, que se hace a un lado voluntariamente para dejarlo pasar. Entra al coso y luego lo amarran en un tronco cenizo de escamoso huano, sembrado en medio del ruedo.
Los vaqueros le cinchan con fuerza la panza, pasándole una parte de la soga por debajo de la cola que lo hará más bravo, y en consecuencia, pegará saltos descomunales con el peligro latente de llevarse de corbata a los que miran atenciosos desde las barandas.
Le anuda el soberbio cuello una cinta resplandeciente de azul cielo en regocijo de color por la fiesta con el nombre impreso del donante: Pastor Bolívar Chim (RIP). Es un nudo que unen las puntas a semejanza de un capullo de mariposa anhelante por experimentar su primer vuelo en la tempestad de polvo árabe que se levanta con los pataleos de la bestia; una incipiente palomilla que necesita ser libertada con la mano o con la delicadeza de los dientes por algún torero que tenga la valentía y habilidad suficientes para enfrentar el reto. Es una empresa escalofriante, pero digna de admiración.
Con mucha dificultad le amarran sobre el lomo un aparato pirotécnico que encenderán en el momento preciso de su liberación.
El clarín anuncia el inicio de la danza con la calaca. La careta de henequén de desliza del rostro del “Negro”, se enciende la ruleta y se libera a la bestia quien brinca y brinca sin cesar y en el aire un bailoteo en zigzagueantes movimientos de su cuerpo descomunal que pareciera quebrarse por causa del cincho y el artefacto que dispara cohetones por todo el ruedo. La gente joven no entiende de estas curiosidades del pasado taurino y se le aclara con una voz cansada y anónima, pero clara de un socio antiguo que explica que hace 50 años así se desarrollaban las corridas.
El toro se pasea desafiante dentro del coso de xcolohché. Silencio. Sorpresa. Incertidumbre. Ventura, un viejo torero amigo vestido de civil, increpa a sus compañeros de brega a torear. Salen en bola y rodean al burel para aturdirlo y se queda el más valiente a terminar la faena. Inicia el segundo tercio, el de las banderillas, pero de palomas que vienen encerradas en sendas cajas de cartón que levantan el vuelo o caen al piso cuando aquéllas se engarzan en el musculoso lomo del animal.
Ya cansado el astado se aprovecha el momento para soltar la cinta del desafío, pero esta vez y como siempre se fracasa. Esta suerte es tan peligrosa que raras veces se logra ejecutar sin arrebato de la cinta, sólo lo han conseguido en otros tiempos Mariano Canto y el “Chino Cámara”.
Los vaqueros imaginarios de a pie son suplidos por varios caballistas que lucen sus habilidades para atrapar al toro que no hace nada por defenderse pues ya conoce de qué se trata ya que no es la primera vez que lo meten en una plaza de fiesta taurina tradicional.
Esta tradición de donar toros, como en este sexagenario de fiesta, poco queda en la memoria, sí acaso la maestra Librada Trejo Bolívar que ha convertido, en forma particular, esta costumbre en un compromiso de amor paternal. En esta corrida hubo otro señor que donó en lidia otro toro y los demás fueron por cuenta de la directiva.
El que escribe, quiso tomar fotografías en el lugar de los verdaderos hechos y sentir lo que un torero sufre con las emociones de una corrida de toros y por poco sufre una cornada que pudo recordarle a su chichi y que a pesar de los años, que no son pocos, logró salvarse por las alas que ofrece a tiempo el miedo en situaciones de peligro.
El tiempo vuela y no sé cuánto tiempo me permita la vida para cantarle a mi solar nativo de mis eternos e inolvidables recuerdos de mi niñez, juventud y aliento actual. Es cuestión de esperar y esperar…
27 de mayo de 2012.
Ilustración 2Toro enmascarado Ilustración 3 Cinchando al toro
Ilustración 4Borrachito bailarín
Ilustración 5 Banderillas de palomas
Ilustración 6 Ruleta Ilustración 7 Rejoneador: Diego López
Palomas que van dentro de las banderillas
Ilustración 8 Toro encintado
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