domingo, 24 de marzo de 2013

La muerte es un tema con que se puede jugar.

CARTA PÓSTUMA Con la idea de recrear este texto me permito usar la interpolación de los diferentes tiempos verbales con hechos parcelados en sucesos temporales, el pretérito, obviamente ya vividos por mí, el presente y el futuro basados en lo que es o pudiera ser que con seguridad se cumplirán en tiempos venideros y si acaso sufrirán tenues variaciones. Ya mañana será un “Cuéntame tu vida” en pantalla gigante, pero con textos venidos del más allá. Con el humor negro también se hace literatura. Este primer párrafo no se debe leer, es decir, el primero. En mis asistencias a los entierros de amigos y familiares siempre me gustó aquel momento emotivo de los discursos dolorosos, aunque improvisados, y me decía, el día en que yo me muera el texto lo redactaré con anticipación y la lectura estará a cargo de mi hija Lupita, pero antes me lo recitará en vida para disfrutar mi extravagancia porque después de fallecido ya no será igual, ya que no lo podré escuchar, obviamente, con los matices de una lectura de auditorio. Cuando yo desaparezca, que es la sentencia final de Natura, no quiero que los más cercanos a mí desborden de sus ojos aguas saladas por un acontecimiento de por sí natural e inevitable; ni tampoco deseo que inventen, como se acostumbra, historias magnificas de mi vida pasada que nunca existió. Solamente quiero que conversen de la simpleza de mi paso fugaz por este mundo que estuvo cargado más de errores que de aciertos, ah… y de aquellos anhelos que no pude concretar por falta de carácter cuando era necesario decidir a pesar de las oportunidades que estuvieron siempre al alcance de mis manos: como el de haberme convertido en un trota mundo en el conocimiento de otras culturas milenarias. No debo negar que mi vida, como la de cualquiera, estuvo bailoteando entre zarzas y flores; las primeras fueron abundantes; y las segundas muchas más. Pero viví como cualquier ser humano el flujo y reflujo de la vida. Hoy al final de mi duro camino me voy satisfecho como lo expresó el poeta Amado Nervo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz”! ENCUENTRO FINAL CON MI MADRE Madús, cuando observo a mis hijas recogerse el manojo de cabellos que les cae discretamente sobre las orejas me acuerdo mucho de ti. Y más aún, cuando les miro con ternura esos ojos tristes de semilla tierna que les regalaste con generosidad un día. Y de nueva cuenta te vuelves a aparecer en mis recuerdos y te aprovecho para retratarte con ansiedad con la misma veneración con que las miro a ellas. A pesar del tiempo transcurrido, tu imagen inolvidable le recuerda a mi conciencia la poca atención que te presté cuando las oportunidades se me presentaron a montón, pero que no las aproveché debido a mi egoísmo que fue producto de mi irreflexiva juventud. Una necesidad solicitada por ti para ser amada y que no te la di como merecías cuando más te hacía falta. Fue de mi parte un error injustificable. Nunca quise entender que lo único que deseabas, solicitada a través de tu mirada amorosa y de tus actos reflejos, era un poquito de cariño y tiempo para cuidarte y amarte, pero siempre me negué a propósito porque no quería reconocer que el corazón de una viejecita necesita calor, y que es tan frágil como las hojas del otoño que en su caída al suelo con solo un suspiro del viento se desmorona. A diferencia de un corazón idolatrado que adquiere fortaleza ante todo tipo de adversidades cuando se le alimenta a tiempo y constantemente. Sin embargo, ante tanta insensibilidad de mi parte, quise justificar mi torpe proceder brindándote apoyos materiales, a veces innecesarios, pero de nada sirvieron, pues nunca satisficieron tus aspiraciones de madre. Madús, equivoqué tremendamente el camino en mi propósito de brindarte felicidad a mi modo. Fue una actitud que desacreditó mi papel de hijo consentido. Algunas veces en mis arranques emotivos por causa de Baco, después de un juego de pelota, te apapachaba sin medida y creo que hasta logré que te sintieras la mujer más feliz del planeta, pero eran momentos ocasionales. Hasta me imagino que guardabas en tus pensamientos el gusto porque continuara con esa conducta disipada para que te siguiera ofreciendo mi afecto que no te daba como debiera ser. De todas maneras, sirvió de algo porque tuve la oportunidad de brindarte mi cariño, aunque momentáneamente, no importaba si era en ese estado alegre, pero creo que recompensó un poquito lo que no te daba en un estado sobrio. Pues bien, madre mía, a pesar del tiempo pasado, después de tu muerte, ha llegado el momento de la reivindicación, el instante de saldar cuentas contigo. Aunque sé muy bien que está fuera de tiempo y ofrecido en un momento inapropiado como el presente, mas nada me importa, pues tengo todavía la esperanza de obtener tu indulgencia por todos esos males que te causé en vida por la inconsciencia de mi indolente juventud. Ahora ya en el final de mi camino he podido valorar con claridad que aquella inapreciable joya que siempre tuve a mi lado no la supe exhibir con orgullo en todos los momentos de mi breve vida en esta tierra. Cuando quise reaccionar ante mi apatía por recuperarte ya era demasiado tarde. No pude cambiar mi actitud en tiempo y espacio. Repito, cuando a una persona, con el impulso natural del corazón, se le ofrece atención y amor en cantidades, la salud se le fortifica, dándole más años de vida. A ti te faltó más años para vivir, mamá. Lástima que no me di tiempo para entenderlo. Hoy, Madús, es mi rencuentro contigo, mientras termina su trabajo el sepulturero, estoy contigo como en las viejas épocas, no me importa que sea en espíritu, el hecho es que estoy aquí de regreso… a mi seno materno. Inevitablemente, a mis _?__ años, el tiempo ha llegado puntual con su carga de vales comerciales para recordarme la deuda que tengo pendiente contigo y con Natura. Mi pago es entregar mi cuerpo, ya en proceso de descomposición, a la tierra de la cual fui creado para regresar después como polvo cósmico hasta las estrellas de donde provenimos, según las nuevas teorías del origen del hombre. Así pues, Madús, en virtud de mi regreso hacia ti, te solicito humildemente un rinconcito de tu casa para volver a sentir el calor de tu regazo como cuando era niño, en este mismo lugar donde también descansa nuestro antepasado, don Martín Cahuich. Te aseguro que ahora sí te vengo a regalar las rosas de mi amor filial; quiero mezclarme entre tu polvo y el mío los cuales se filtren por una rendija de la bóveda y se disperse luego por el aire, por el espacio infinito en una circunnavegación eterna hasta conformar sembradíos terrestres, hidropónicos y galácticos en donde germinen flores mitad tú y mitad yo ¿No te parece, mi señora bendita? Mira mamá, me acompañan en mi último viaje mucha gente amiga: mis compadres, mis parientes, mis amigos billaristas y la familia entera: Chari, Mari, Omar, Lupita, Gabi, Josefina y tu biznieta la primera, Tiare, ahora señorita, aquélla que cuando era pequeña le peleabas tu comida que te habían dado y otros, que no llegaste a conocer como son: Manuelito, Óliver, Jade, Nuria, Yésica, Andrés Fernando, Jafet, Milton Guillermo, Camila, Valeria. Mis yernos y mis nueras también están presentes. De ninguna manera (si me muero antes) dejaría de asistir tu nuera Irma aquella que siempre te atendió, incansablemente, y en tus momentos más duros; también tu adorado primogénito, Aurelio que ya está contigo; ahora estaremos los tres en el limbo de la espiritualidad inmortal; tal vez regresemos en otro cuerpo a través de la reencarnación o transmigración. Mamá, toda esta generosa gente que me vino a despedir en mi última morada, dará fe de mi estancia en este mi nuevo hogar en donde te haré compañía hasta el fin de los siglos. Antes de concluir esta carta póstuma le pido a mis hijos, con todo respeto, como última voluntad, que vivan siempre en armonía y se ayuden mutuamente, y que escriban en mi epitafio el siguiente texto: “Es una tristeza, amigos, que en el examen de la vida no se pueda reprobar. Los niveles del conocimiento, clase social, riqueza, raza o credo de nada valen; y si existiera la reencarnación y se aplicaría de nueva cuenta otro examen la calificación sería la misma”. Recíbeme, madre mía. Y a mi familia entera, hasta luego. Todo ha terminado.

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