sábado, 15 de octubre de 2011


MI NIETO, ÓLIVER
Andrés J. Gonzáles Kantún


“Artefactos varios se han inventado
   para guardar todo tipo de potencia
pero nadie en el mundo ha ideado
en cómo usar  la del niño en la ciencia


Con la eterna sonrisa de tu cara
farfullas palabras del periódico
y en tu comedia que no es nada rara
ya que es el momento de ser  perico.

 Tú te cimbras cual bailarín moderno
en el instante de mirar  a  Jade
y la  abrazas enjundioso y tierno
como  juguete alguno  que te agrade

Son tus dedos tentáculos de pulpo
que no dejan en paz perilla alguna
y si algo descompones y te culpo
mi barca naufraga como ninguna

A cada momento besitos quiero
porque sabes con sabrosura darlo,
alimento que si no encuentro muero
de tu límpido corazón sacarlo

No te cansas mi terco rapazuelo
en desandar mil veces un camino
provocando pesadumbre en tu abuelo
por cada paso dado y  sin destino


Pequeño bombo de maciza pulpa
jamás  te cansas de besar el suelo,
y aunque nunca tendrás tú la culpa
de tus intentos vanos de revuelo

Mientras mantengas siempre la inocencia
darás  felicidad a tus abuelos
quienes se armarán siempre de paciencia
de tus maldades nuevas  de pilluelo

Algunas veces  aparecen sueltas
un sin fin de palabras  en tu boca
y en el intento sabes darle vuelta
que en vez de pedir leche, pides coca

Nadie en el mundo te hará cambiar,
ya que  es tu naturaleza de niño
de modo  que al mundo puedes arrasar
sin que por ello mengue mi cariño




AGUZADO,  LOS SENTIDOS

Tal parece que el tiempo se había detenido en ella, ningún acordeón en el rostro, risueña  y  ágil en el caminar, características que  cautivaban  a todos aquellos  que la llegaron a conocer.
Su diaria rutina de pedigüeña  la obligaba a un ejercicio constante incluso  le había aguzado formidablemente los sentidos.
Tenía la costumbre de acudir cronométricamente, cada fin de quincena, a una oficina del gobierno municipal para solicitar apoyo el cual se le daba puntualmente. Una ayuda  que le hacía creer  que era  un derecho adquirido como ciudadana calkiniense, aunque en realidad un apoyo de quien viniese es  una decisión  de voluntad propia, no un compromiso.
Una mañana, como siempre,   llegó presurosa a la oficina de un funcionario de puertas abiertas para solicitar  la consabida ayuda, pero el buen samaritano no contaba en ese momento con dinero fraccionado sino billetes de gran denominación que alcanzó a ver la anciana, así que le comunicó que volviera más tarde. Pero ésta desconfiada le propuso  una magnífica solución:
—Señor, no se preocupe si usted me quiere ayudar deme un billete y  le aseguro que no le  molestaré en lo que resta del año, ¿qué le parece?
La respuesta del burócrata fue una amplia sonrisa provocada a raíz de aquella  salida dada por la anciana y en pago a su ingeniosidad  le entregó el billete, aunque no cumplió con lo convenido.
 Y a la siguiente quincena, más exacto que el calendario maya,  ya estaba de vuelta en la oficina del funcionario público.



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