MI NIETO, ÓLIVER
Andrés J. Gonzáles Kantún
“Artefactos varios se han inventado
para guardar todo tipo de potencia
pero nadie en el mundo ha ideado
en cómo usar la del niño en la ciencia
Con la eterna sonrisa de tu cara
farfullas palabras del periódico
y en tu comedia que no es nada rara
ya que es el momento de ser perico.
Tú te cimbras cual bailarín moderno
en el instante de mirar a Jade
y la abrazas enjundioso y tierno
como juguete alguno que te agrade
Son tus dedos tentáculos de pulpo
que no dejan en paz perilla alguna
y si algo descompones y te culpo
mi barca naufraga como ninguna
A cada momento besitos quiero
porque sabes con sabrosura darlo,
alimento que si no encuentro muero
de tu límpido corazón sacarlo
No te cansas mi terco rapazuelo
en desandar mil veces un camino
provocando pesadumbre en tu abuelo
por cada paso dado y sin destino
Pequeño bombo de maciza pulpa
jamás te cansas de besar el suelo,
y aunque nunca tendrás tú la culpa
de tus intentos vanos de revuelo
Mientras mantengas siempre la inocencia
darás felicidad a tus abuelos
quienes se armarán siempre de paciencia
de tus maldades nuevas de pilluelo
Algunas veces aparecen sueltas
un sin fin de palabras en tu boca
y en el intento sabes darle vuelta
que en vez de pedir leche, pides coca
Nadie en el mundo te hará cambiar,
ya que es tu naturaleza de niño
de modo que al mundo puedes arrasar
sin que por ello mengue mi cariño
AGUZADO, LOS SENTIDOS
Tal parece que el tiempo se había detenido en ella, ningún acordeón en el rostro, risueña y ágil en el caminar, características que cautivaban a todos aquellos que la llegaron a conocer.
Su diaria rutina de pedigüeña la obligaba a un ejercicio constante incluso le había aguzado formidablemente los sentidos.
Tenía la costumbre de acudir cronométricamente, cada fin de quincena, a una oficina del gobierno municipal para solicitar apoyo el cual se le daba puntualmente. Una ayuda que le hacía creer que era un derecho adquirido como ciudadana calkiniense, aunque en realidad un apoyo de quien viniese es una decisión de voluntad propia, no un compromiso.
Una mañana, como siempre, llegó presurosa a la oficina de un funcionario de puertas abiertas para solicitar la consabida ayuda, pero el buen samaritano no contaba en ese momento con dinero fraccionado sino billetes de gran denominación que alcanzó a ver la anciana, así que le comunicó que volviera más tarde. Pero ésta desconfiada le propuso una magnífica solución:
—Señor, no se preocupe si usted me quiere ayudar deme un billete y le aseguro que no le molestaré en lo que resta del año, ¿qué le parece?
La respuesta del burócrata fue una amplia sonrisa provocada a raíz de aquella salida dada por la anciana y en pago a su ingeniosidad le entregó el billete, aunque no cumplió con lo convenido.
Y a la siguiente quincena, más exacto que el calendario maya, ya estaba de vuelta en la oficina del funcionario público.
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