sábado, 15 de octubre de 2011



EL PUEBLO DE LOS OSOS
(Tradición nunkiniense)
Nadie se acuerda de dónde vino ni cuándo apareció el primer oso en el poblado de Nunkiní. Dicen que vino de un circo cuando por primera vez llegó a Nunkiní  y le dieron vida en un carnaval.
Surgieron en grupos en los barrios tradicionales de San Román y el Gato Negro que no se podían ver. Eran enemigos a muerte y se agarraban, precisamente en carnaval, a trancazos y pedradas  protegidos en la clandestinidad de sus disfraces de osos, y para evitar confusiones entre ellos  tenían una clave que los hacía identificarse. Las trifulcas que provocaban todavía cuelga en la memoria de mucha gente, pero ahora  casi se han civilizado.
Se presentan dando brincos, volantines y se comunican a través de gritos ruidosos, causando el temor entre las personas que no los conocen, pero en cambio, una delicia para todos los habitantes del lugar.
El oso gruñe, se emborracha, se revuelca, se contorsiona, y gime de dolor por puro gusto cuando recibe una sarta de vibrantes latigazos  en su tosco lomo, dados por un domador que lo guía sin dificultad cuando se cansa  o lo arrastra cuando se resiste; cuerda o cadena es el cordón umbilical que los une siempre.
Su traje es muy singular. Se confecciona con piel de pita o fibra sintética que le cubre todo el cuerpo para copiar en figura  a un  plantígrado, pero más se parece a un grotesco muñeco sin facha de oso. La parte dorsal le  es cubierta con un pedazo de piel reseca de venado por donde recibe el vibrante chicotazo de su domador  para mermar su inagotable energía.
En la cintura de ambos (domador y oso)  cuelgan sendos   cencerros cuyo tintineo acelerado anuncia su presencia por todos los lugares por donde se pasea.
El oso sufre en su carapacho de costal, pues necesita mucho corazón para soportar el intenso calor producido por su piel artesanal de traje hermético y asfixiante. Si no contaran con el apoyo de “Dionisio”, quizá no hubiera osos enfundados en piel de agave, aunque cuentan que algunos han muerto, no se sabe sí de calor o del vino. Es una lástima que esta tradición, ahora se haya pervertido pues el traje ya no es de una sola pieza como antes. Ahora ya es un injerto de máscara y tenis que representan a héroes luchadores del ring. La televisión en ojos mexicanos  degenera las costumbres.
Así se festeja el carnaval en Nunkiní, tierra de petates y sandías, la fiesta sin par de osos, osas, ositas y ositos. Carnaval de hombres que quieren ser osos... y de osos que no quieren ser hombres.
Esta tradición ha trascendido a otros lugares del municipio de Calkiní.

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario