lunes, 31 de octubre de 2011


1.      

EL PUEBLO DE LOS OSOS
(Tradición nunkiniense)


Nadie se acuerda de dónde vino ni cuándo apareció el primer oso en el poblado de Nunkiní. Lo único que se sabe es que en carnaval  todos quieren ser osos.

En un principio surgieron en grupos y eran completamente ariscos. Ese carácter indómito los hacía temibles con sus enemigos que osaban enfrentarse a ellos en el desahogo de viejas rencillas.

El barrio de San Román y el Gato Negro eran enemigos a muerte y se agarraban, precisamente en carnaval, a trancazos y pedradas  protegidos en la clandestinidad de sus disfraces de osos, y para evitar confusiones entre ellos  tenían una clave que los hacía identificarse. Los zafarranchos que provocaban todavía cuelga en la memoria de mucha gente. Ahora los osos casi se han civilizado.

Se presentan dando brincos, volantines y se comunican a través de gritos estentóreos ininteligibles causando la turbación de las personas que no los conocen, pero que hacen la delicia de todos los habitantes del lugar.

El oso gruñe, se embriaga, se revuelca, se contorsiona, y gime por puro gusto debido a los cimbreantes latigazos recibidos, a cada momento, en su tosco lomo por un domador que lo guía sin dificultad cuando se cansa  o lo arrastra cuando se resiste; cuerda o cadena es el cordón umbilical que los une siempre.

Su traje es muy singular  confeccionado de piel de pita o fibra sintética que le cubre todo el cuerpo que a más remedo de plantígrado semeja a un grotesco muñeco informe. La parte dorsal le  es cubierta con un pedazo de piel reseca de venado cuya finalidad es resaltar el chicotazo que se le propina a cada rato para menguar su inagotable energía.

En la cintura de ambos (domador y oso)  cuelgan sendos  un cencerros cuyo tintineo anuncia su presencia por todos los lugares en donde deambulan.

El oso sufre en su carapacho de costal, pues necesita mucho corazón para soportar el intenso calor producida por su piel artesanal de traje hermético y asfixiante. Si no contaran con el apoyo de “ Dionisio”, quizá no hubiera osos enfundados en piel de ágave, aunque cuentan que algunos han muerto, no se sabe sí de calor o del vino.

Así se festeja e carnaval en Nunkiní, tierra de petates y sandías, la fiesta sin par de osos, osas, ositas y ositos. Carnaval de hombres que quieren ser osos... y de osos que no quieren ser hombres.
Esta tradición ha trascendido a otros lugares del municipio de Calkiní.

 



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