CHISTES PARA LEVANTAR EL ÁNIMO
UNA NOVIA DE CUATRO PATAS
En un lunes de homenaje a la bandera, en el momento más emotivo, se apareció intempestivamente en el lugar del acto una larguirucha puerca. Corría y se detenía, husmeando a la muchedumbre, a los patriotas reunidos en el acto cívico.
La sorpresa los había aturdido sin darles tiempo de reaccionar en debida forma. Por fin, la cochina se detuvo junto a un joven de rostro vivaz. Lo empezó a oler, aunque en un principio el elegido se mantuvo indiferente, adusto, pero no le alcanzó el tiempo para seguir fingiendo, porque el animal lo fue acosando con sus gruñidos y mimos: se le untaba en las piernas, se le acolchonaba cariñosamente, le lamía la punta de los pies y él descompuesto la pateaba, hasta que al darse cuenta que era el centro de atención decidió salirse corriendo de la explanada, arrastrando una cola viviente que no quería quedarse atrás. Imprimía más el paso y la sombra seguía; corrió encolerizado y la cerda amorosa también. La oinc oinc una hilera, el joven una aguja.
El público ya no se contuvo más y prorrumpió en risas maliciosas ante aquel evento gracioso propio de una película de caricaturas.
Las voces de los amigos le gritaban al unísono:
— ¡Es su novia! ¡Es su novia!
Cierto la puerca era la pareja clandestina del estudiante normalista.
Era la época de los alumnos enclaustrados a quienes se les encomendaba actividades agropecuarias, como un complemento de su educación formativa. Tanto tiempo encerrado los obligaba a cometer actos que iban en contra de la naturaleza humana. Los alumnos a esa edad reventaban de amor y no les importaba los medios para desfogar sus ansias como le sucedió al estudiante tekaxeño.
SINGULAR INVITACIÓN
La suegra del recién casado le ofrece alegremente:
— Hijo, ¿podrás tomarte un caldo de cabeza?
El yerno se quedo meditando un buen tiempo la invitación y responde titubeante:
— Me parece difícil, pero lo intentaré.
— ¡Ja! ¡Ja!— se carcajeó la suegra— me has malinterpretado, hijo, lo que quise decirte es que el caldo es de cabeza de pescado, y no que te lo tomaras en posición de cabeza.
— Entonces si puedo— contestó el yerno después de aclarado el enredo.
¡QUIERO NOMBRES BÍBLICOS!
En Nunkuní del municipio de Calkiní la gente acostumbra ponerles a sus hijos nombres difíciles de pronunciar que en los bautizos provoca el disgusto del sacerdote.
Ya el padre cansado, le recomienda a los padres ponerles a sus hijos nombres bíblicos que de otra manera no habría bautizo.
Los padres cumplieron escogiendo los nombres más representativos de la biblia.
En el bautisterio surgieron los nombres de Juan, Pedro, Santiago y el último, Luz Bel que dejó anodadado al cura que reconvino al papá:
— ¡Hijo, ese nombre no puede ser!
— ¿A poco no es nombre bíblico, señor cura?
— Sí, hijo, pero ese nombre pertenece…
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