sábado, 13 de agosto de 2011

La acupuntura maya


LA ACUPUNTURA MAYA

(JUP)

Cuando Roma y Grecia, las dos grandes civilizaciones de la antigüedad, iluminaban el mundo de su época: la primera con su indiscutible poderío militar, y la segunda con su exquisito arte y sabiduría; ya antes  en el continente americano los mayas habían desarrollado una extraordinaria cultura tanto en las ciencias como en el arte cuyos resultados fueron los siguientes:

Ø  Fueron creadores de un calendario más perfecto que el actual.
Ø  Conocían el movimiento de los astros que les guiaban en su trabajo agrícola.
Ø  Fueron creadores de una arquitectura prodigiosa que ha deslumbrado a la humanidad como lo demuestran sus acueductos, sus grandes monumentos, en especial la de Chichán Itzá considerada actualmente  como una de las maravillas modernas.
Ø  En la literatura plasmaron su teogonía en el libro del Popol Vuh y el Chilam Balam, sus tradiciones.
Ø  En las matemáticas utilizaron el cero, 700 años antes que los árabes lo dieran a conocer en Europa.
Ø  …Y en la medicina, arcana ciencia maya, aplicaron la técnica de la acupuntura (jup en lengua maya) con experta maestría.

Hoy en día el mundo moderno, especialmente en China y Japón, ha considerado a la acupuntura, por sus excelentes resultados, como una especialidad en la ciencia médica.
Es muy común observar como en los hospitales más prestigiados, los médicos se valen de la acupuntura para alguna cirugía de cuidado.
Vemos por ejemplo a un paciente recostado en la mesa de operaciones abanderillado en puntos claves de la cabeza y del cuerpo sin que sufra de dolor cuando el médico lo opera.
Pero lo más admirable es que el enfermo observa conscientemente  de todas las manipulaciones hechas en su persona. Lo que no sucede  con la  anestesia que bloquea  la inconsciencia y pone en peligro  la vida misma si se es aprehendido por el Sincope Blanco. Han existido muchísimos casos en que el enfermo no regresa, no obstante el haber sido operado con éxito.
Cierto es que en la actualidad la acupuntura  ha perdido vigencia entre los descendientes de sus creadores, si acaso recuerdos borrosos de su magnificencia a causa, quizás, de mentes perezosas que no supieron mantener la sapiencia de la medicina maya o tal vez se perdieron en la memoria histórica de aquel aciago año de 1562 cuando el mal nacido obispo de Yucatán, Fray Diego de Landa, en Maní mandó incinerar milenios de infinita cultura transcritos en los códices  científicos y religiosos. Tal vez por este acto inconsciente quiso  justificar su imprudencia y escribió  uno de los libros, de obligada consulta si queremos conocer parte del pasado,  que nos pintan las costumbres y la fauna y flora del Yucatán antiguo.
No obstante esos conocimientos perdidos nuestra gente conserva un poquito de esas prácticas y las solicita cuando es necesario. Esos médicos empíricos son los llamados hierbateros y su escalpelo, una espina de pescado.

Cuando alguien requiere de sus servicios nada más explica en qué parte del cuerpo tiene la dolencia y el hierbatero lo cose con movimientos vertiginosos en donde cree que puede estar el mal. Los resultados son efectivos. El que escribe ha tenido la experiencia cuando era niño. De unos dolores de pies que fueron expulsados con esta práctica.La acupuntura maya recobra poco apoco en la medicina actual sus fueros perdidos en remotos tiempos.

SHOC BI CHUY
(Hilo contado)

A MI MADRE DOÑA “MADÚS”

La acupuntura artesanal revienta en arco iris, los dedos corvos y hábiles manejan la barrena sin fin. Arriba y abajo. Abajo y arriba. El rojo, el verde y el azul del cielo acrisolados en un mundo de fantasía dialogan sin cesar.
Mi madre “Madús”, ondula rayos de sol y estambres de amapola utilizando la acupuntura tradicional.


EL DZUL ‘KA’ AK
(Tradición nunkiniense)

Cuentan los ancianos de Nunkiní lo que hace mucho tiempo aconteció en esos lares de tierra pródiga (por el esfuerzo de la gente) en agricultura y que un hijo de esa tierra, el Profesor Benito Rodríguez  la calificó  atinadamente con esta frase: “En este lugar hasta la lajas florecen”.
Fueron hechos que dieron cabida a una de las costumbres más emotivas relacionadas con la religión y que ahora forma parte del folclore regional: La quema del Dzul ‘Ka ‘ak cada 13 de noviembre.
Esta tradición como en la mayoría de las que existen se mezclan con las creencias ancestrales de dioses paganos y las religiosas impuestas por los españoles.

Se cuenta que en un rincón de la parte norte del pueblo, todavía puede observarse vestigios de cimientos de lo que hace mucho tiempo fue un asentamiento humano conocido como Chan Kaj o pueblo pequeño en lengua castellana. Fue en ese lugar en donde surgieron los  antecedentes de  esta singular historia.

Sin que nadie supiera cómo, los habitantes de aquel rincón del pueblo  empezaron a enfermar de un extraño padecimiento infeccioso cuyos efectos se traducían en una serie de erupciones que se convertían en vesículas y luego reventaban en pústulas (pus).  No se sabe con certeza si se trataba en realidad de una viruela maligna o benigna, pero sí se sabía que era tremendamente contagiosa. Y lo fue porque se multiplicó en gran parte del pueblo.
La gente apesadumbrada no hallaba la fórmula para contrarrestar la epidemia ni aplicando aún la sabiduría de los abuelos con  remedios herbolarios.
Posiblemente en esa época, la medicina no contaba con el antídoto adecuado, o más seguro se resistieron a utilizarlo debido a esa natural desconfianza que en un principio demostraron ante el advenimiento de la medicina moderna. Sí se recuerda que hace muchos años los padres de familia no permitían que a sus hijos se les aplicara alguna inyección para prevenir alguna enfermedad y las consecuencias, algunas veces fueron trágicas.
Así que los viejos  se las ingeniaron para encontrar una solución acorde con su idiosincrasia. Y la salvación surgió de la religión.
No es nada desconocido que Nunkiní desde tiempos pasados ha sido absolutamente creyente. Y esa devoción la volcó hacia su Santo Patrono, San Diego y se entregaron plenamente a su custodia.
De acuerdo a sus creencias le prometieron un Kesh (cambio), es decir, un objeto dado por recibir un favor. En este caso se le ofreció en su honor a un muñeco semejando a un caballero (dzul) con vestido de gala. Y el milagro se produjo. La infección desapareció. Así  como vino, así se fue.
¿Por qué el pueblo había escogido a un fantoche?
Quizá la respuesta sea la siguiente:
Cuando los españoles llegaron a estas tierras trajeron consigo toda clase de dolencias físicas (sarampión, viruelas, venéreas, etc.) no conocidas y que asolaron a una raza intacta de males desconocidos. Los viejos códices así lo narran:
“En el pueblo maya había salud, devoción, no había enfermedades, dolor de huesos, fiebre o viruela ni dolor de pecho ni de vientre. Andaban con el cuerpo erguido. Pero vinieron los dzules y todo lo deshicieron. Enseñaron el temor, marchitaron las flores del naxcit- xochitl. Ya no había sacerdotes que nos enseñaran ¡Los dzules sólo habían venido a castrar el sol y los hijos de sus hijos quedaron entre nosotros que sólo recibimos amargura!
Quizás por esos hechos pasados conservados en la inconsciencia de los patriarcas se optó por un pelele que representara a un caballero español y descargar en él toda la furia contenida por muchísimos años. Ese muñeco estaba condenado a morir en la hoguera.
Con base en esas referencias, actualmente cada 13 de noviembre y una vez en abril del mismo año (las fiestas del centro), el pueblo de Nunkiní se arremolina en la plazoleta principal para presenciar  un espectáculo singular: la quema del Dzul Ka’ ak. Aunque últimamente, y pronto será tradición, se le ha encontrado pareja sentimental, y según se aprecia luce más que el muñeco. Esta idea de encontrarle pareja nació del Sr. Adriano Uc. Recuerdo en cierta ocasión que este señor se me acercó y me dijo:
__Profesor Andrés, le he buscado novia al Dzul ‘Kak, ¿por qué no le inventa una historia?
No hace falta don Adriano, el tiempo se lo dará— fue mi respuesta.

Una semana antes del acto protocolario de la quema del espantajo, se le pasea por todo el pueblo con el objeto de solicitar por adelantado apoyo económico para la adquisición de su vestuario utilizable para el próximo año. El apoyo se prevé anualmente.

El muñeco luce vestimenta nueva: una camisa blanca o de otro color, pantalón negro y botas vaqueras. Se combina con un elegante sombrero y paliacate rojo al cuello que le dan una presencia garbosa aunque a final de cuentas todo se convertiría  en cenizas.

Sobre su esponjado pecho pende un letrero alusivo a su origen histórico y dentro de su vientre se le rellena de un cargamento de explosivos del cual se le conectará al exterior una mecha extensa  intercalada con enormes bombas que se  reventarán cuando llegue el momento.

Después de la misa a una señal que nadie ve, pero que todos intuyen se enciende el cordón umbilical y las bombas explotan en una retahíla de ruido insoportable rematando con el más fuerte estruendo de la última acuñada en el interior del muñeco. Antes de desparramarse en miles de mariposas de trapo quemado, discretamente resbalan de sus pintarrajeadas mejillas lágrimas de dolor por la pérdida de su traje dominguero.

Después de restablecerse la calma la gente se contagia de regocijo y se funden en una sola alma para celebrar el acontecimiento agradeciendo de esa forma a San Diego, una vez más, por aquel milagro del ayer.

Antes y durante el festejo varias familias favorecidas por el Santo reparten roscas de harina (hasta agotarlas) al público presente en donde todos comparten un instante de fe, paz y recogimiento. La música y Dionisos se apoderan del ambiente y se retiran hasta muy entrada la noche.
Hoy el pueblo de Nunkiní le llama indebidamente  a este festejo como la quema del Caballero de Fuego seguramente por el acto de incendiar al esperpento, pero si se ajustara a los motivos  de  su  primera  aparición,  deberían decir con propiedad: “El caballero de la viruela”, debido a que Ka’ ak en maya significa también viruela por el ardor que provoca. Sin embargo la fuerza de la costumbre avasalla a la realidad.

Nunkiní, tierra de petates y sandías tiene una tradición singular que podría considerarse ya como un festejo regional.


UN JINETE SINVERGÜENZA

Alto y elástico era este jinete presuntuoso. Era un consumado bailador de caballos y más cuando  advertía la presencia de lindas mujeres. Cuando las  veía acercarse les cerraba el paso con sorprendentes caracoleos. A veces a algunas las lograba cautivar, pero a otras les provocaba coraje su fanfarronería y se acreditaba  una andanada de insultos, aunque no hacían mella en su de por sí resbaladizo carapacho de tortuga,  al contrario, era un incentivo para seguir mortificándolas cada vez que se les atravesaba en su camino. Al fin y al cabo era su manera de ser, y aunque se le aconsejaba moderación no se lograba contener.

Todas las tardes acostumbraba ir al río a bañarse, debajo de la sombra de frondosos sauces, juntamente con su alazán, pero en condiciones inusuales: completamente desnudo. Sus amigos bañistas le recomendaban recato porque era el paso obligado de mujeres y niños, pero no aceptaba razones y se desquitaba calificándolos  como a una bola de mojigatos.

Un buen día, los amigos decidieron poner fin a esa conducta insana y aprovecharon el momento apropiado. Cuando lo vieron distraído encima del animal, cepillándole con cariño su lustrosa piel, un amigo suyo levantó el brazo derecho y extendiendo los dedos en abanico y a una velocidad fulminante se lo dejó caer con fuerza sobre las ancas del equino; después el izquierdo, y otro y otro. El animal sorprendido pegó un tremendo salto y asustado dio media vuelta para salir del agua como tromba y sin darle tiempo al bribón de desmontar, y ahí se va el condenado.
Cuando el caballo logró alcanzar la orilla multiplicó su rapidez y se enfiló, como es natural, rumbo a su casa llevando encaramado como una garrapata al infortunado dueño. Pudo descabalgar si se lo hubiera propuesto ya que era un magnífico caballista, pero no se atrevió debido a las condiciones en que iba y además el miedo que le causaban las piedras del río. Prefirió asirse como Dios manda y continuó al ritmo del caballo desbocado. Pero su martirio no terminaba ahí,  la bestia tenía que atravesar a fuerzas la interminable calle principal en  un domingo de mercado, obviamente, saturada de gente venidas de todas partes.
Imagínese usted el revuelo que causó ese cuadro chusco con la estampa de un vaquero desnudo pegado al animal y enseñando en pantalla gigante los glúteos chorreantes de agua fresca de río.
Para el público era un verdadero goce visual, pero más para aquellas jovencitas a quienes enamoraba sin recato. De nada le sirvió apachurrar la cara para guardar su identidad ya que  a los jinetes de pueblo se les reconoce más por  el caballo que montan. Era una bandera humana prensada sobre el lomo del animal.
Al llegar a casa, el cuadrúpedo se tranquilizó mas  no el montador, pues tenía que pensar como iba a entrar a su casa sin que le vieran en ese deplorable estado. Se bajó del caballo y tapándose la vianda con el escudo de las dos manos fue en busca de la protección de su cuarto. De brinco en brinco, mirando para todos lados,  los ojos de águila y la cabeza una torre giratoria  y cuando podía  se guardaba en algunos matorrales, llegó  finalmente  a su destino, pero para su mala suerte fue sorprendido  y se rieron de él hasta morir por las fachas  en que iba llegando.
─”Goyo”, hijo, ¿qué forma de llegar son estas?
─ ¡Ay, mami, luego te explico!
Y las risas retumbaban en el oído de aquel derrotado jinete.

Desde aquel suceso cuando “Goyo” quería remojarse en el río con su inseparable compañero optaba  por dejarse los calzones., por si las moscas.
Ahora no alardea en demasía frente a las muchachas, y es un ejemplo de decencia y discreción. “Goyo”, el gran sinvergüenza aprendió en forma original la lección.
Las aguas del rió de Entabladero, Papantla, Ver., fueron testigo de esta cómica  historia. Allí fue donde comencé a trabajar.









REFLEXIONES

NACER PARA MORIR

Lo ineluctable de la muerte es el destino de todo ser vivo, entonces, ¿cuál es el chiste de haber nacido? ¿O acaso es suficiente  la vida como el tiempo en que se da un suspiro?
Nacer para morir es la filosofía dictaminada por la ley de la naturaleza a todas las criaturas del cielo, tierra y mar. No hay  un lugar escondido en donde la parca no pueda llegar y cumplir con su cometido.
Para morir hay que nacer.

LA IMPORTANCIA DE SER MAESTRO

El niño es como el barro, es un ser intensamente dúctil, pero si el maestro no le sabe dar forma, entonces, lo habrá dañado par a siempre como persona útil para su familia y la sociedad en general.

UN DULCE DE SABOR INEFABLE
O es de miel o es de chocolate o de fresa o de coco, pero bien sé que es un dulce de sabor indescriptible. Sí señores,  se trata de un caramelo incomparable que ofrece el beso de un pequeño nieto, y que a cada momento, por necesidad se le pide, el mismo dulce…, pero en otro beso.
LO QUE DEBE SABER PADRE
Un hijo tiene que aprender valerse así mismo en los recovecos de la vida; no es correcto que el padre tenga la ineludible obligación de dejarle todo preparado para el futuro;  debe sufrir pues el sufrimiento produce herramientas para la sobrevivencia.

AL MAESTRO
Cuando percibas la sonrisa en el rostro de tus alumnos o la exhalación de un suspiro después de tu ardua tarea como docente… sonríe tú también, pues habrás logrado tu propósito más preciado: enseñar.
Pero si adviertes en ellos un bostezo indiscreto o algún barullo irrefrenable ten cuidado porque algo debe estar interfiriendo tus estrategia de enseñanza; apréstate a corregirlas.

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