domingo, 11 de septiembre de 2011

Convulsión por un ramo de flores


CONVULSIÓN POR UN RAMO DE FLORES
S
in lugar a dudas, entre los infinitos regalos ofrecidos  al hombre, como goce, por la naturaleza, ocupan un lugar preponderante, las flores. Desde tiempos inmemoriales fueron glorificados por la pluma de poetas de todas las razas en la lisonja de su sin igual belleza o comparándolas con los atributos del ser más codiciado: la mujer.  Su crédito es innegable. Una fama bien ganada gracias a su policromía, esplendor y fragancia. Su presencia se ha introducido en los intersticios más recónditos de una sociedad variopinta, sin mengua de las clases menores. La utilidad de su uso las ha convertido en una mercancía insustituible.
Sin su prestancia la vida se volvería insustancial ya que es el símbolo de la belleza sin par.
FLORES NUEVAS
¡Llegaron las flores!
¡A revestirse de ellas, oh príncipes,
a adquirir su riqueza!
Fugaces en extremo nos muestran su rostro,
fugaces reverberan.
Sólo en tiempo de verdor llegan a ser perfectas.
¡Las amarillas flores de mil pétalos!
¡Llegaron las flores junto a la montaña!

Anónimo de Huexotzinco.
Apreciemos su valor:
*    Son radiantes y multicolores que obsequian una alucinante visión.
*    Sus múltiples tamaños y la fresca y tersura de sus pétalos desmayan el ánimo más exigente.
*    El aroma arrebatador de  algunas de ellas como  “El Juan de noche” y “el Jazmín” que  humectan el entorno, haciéndolo más agradable.
*    Adornan el jardín de  mansiones o de  jacales.
*    Con un ramo de rosas se en suaviza el corazón de la mujer más resistente al amor.
*    Manan alegría  y solemnidad en los lugares sacrosantos y en todo tipo de actividades sociales y políticos.
*    Se relaja el ánimo encolerizado con un baño de flores y además neutralizan el histerismo con un fresco té de rosas.
*    Ofrecen  miel a las abejas que eslabonan la cadena de la vida y regalan a la vista de los privilegiados un cuadro natural en donde  un chupaflor, como un prendedor, en suspenso en el aire aletea frenéticamente en busca del néctar que le da la vida.
Sin embargo, a pesar de sus inigualables atributos con que cuentan, a veces son aprovechadas por mentes malvadas movidas por la envidia para desequilibrar en la gente supersticiosa temores que les quitan la tranquilidad para vivir como en el siguiente caso:
Por descuido o a propósito, una noche, se encontró frente a la acera de una familia, envuelto en una reluciente bolsa transparente de material sintético, un ramo de flores.
El regalo, si acaso lo era,  produjo una enorme revuelta  entre los afectados y los circunvecinos (en su mayoría eran mujeres) quienes fueron avisados y  acudieron presurosos a testificar el evento. El morbo es una fuerza que moviliza gente.
La matrona principal recriminaba airosa:
─ Son mentes perversas que pretenden quebrantar nuestra tranquilidad, seguramente por algún resentimiento no desahogado. Es injusto porque nosotros no lastimamos a nadie, sólo estamos dedicados al trabajo. Terminada la aclaración apuntó, no se acercó, con el dedo índice a aquel desvanecido manojo de flores.
No había terminado de señalar aquel bulto cuando un vecino se abalanzó a recogerlo para acabar con  aquel escándalo surgido de  una insignificancia. “¿Qué más podría provocar un ramo de flores tirado en la calle?”
No se lo permitieron, en un santiamén lo detuvieron treinta manos femeninas.
─ Suéltenme ─ ordenó colérico- , yo no creo en tonterías, déjenme tirar esa porquería que   las tiene asustadas.
Las palabras fuertes y groseras, en boca de las mujeres,  lo despidieron para su casa.
Pero el problema seguía latente, era necesario encontrarle una solución.
─ Iré por gas, cerillos, ya que no tengo agua bendita ni chile seco para contrarrestar los malos vientos ─  exclamo la afectada.
Las demás mujeres se revolvieron, como gatas en celo,  cuando escucharon la otra idea.
─ De ninguna manera ─interpeló la más gorda, apodada como Luli─ nos impregnará de malos vientos nuestras casas y nosotras seremos afectadas también. El hechizo vuela en las volutas de  humo.  Mejor dejémoslo ahí y mañana lo recogerá el barrendero.
─ Claro es el mejor remedio─ reconoció la quejosa.
Muy de mañana doña Rosa, que así se llamaba la más atormentada, esperó impaciente, sentada en la puerta de su casa,  la llegada del servidor público. Respiró aliviada, cuando lo vio asomarse y observó la maniobra. Pero al ver que lo iba a recoger con la mano se levantó presurosa para decirle que era peligroso  dadas las circunstancias extrañas como había aparecido. Le aconsejó usar la pala.
El trabajador ni se inmutó, iba sordo,  y lo agarró, depositándolo en un  el tambor de basura en un lance preciso.
La mujer pasmada lo vio alejarse despreocupadamente, sin advertir que el barrendero dejaba escapar una sonrisa de compasión. El trabajador no alcanzaba a entender, que aún  existan personas con un espíritu ingenuo y  que viven avasalladas por el veneno de la superchería y que no dejarán de sufrir ante otros eventos similares que surgen del misterio y la ignorancia.
Un ramo de flores marchitas, con residuos de tierra,  creó la idea de haberse traído del cementerio, fue motivo suficiente para apachurrar el espíritu endeble de varias familias atadas a viejas creencias que aún persisten en los pueblos peninsulares.
Aquel servidor, el cual vive por el rumbo, pasó aquella noche cerca del lugar y por un descuido  se le cayó del triciclo aquel maldito ramo de flores, causante del problema,  que una persona conocida se lo había encargado para tirar al siguiente día en el basurero.
Mientras aquel otro vecino apellidado Chablé, el que fue expulsado del tumulto aquella noche, comentó al otro día:
─ Cuando vi la pasión  con que las mujeres defendían sus ideas, ya en la noche en mis reflexiones en la hamaca, me invadió un cierto temor  y les di las gracias a las revoltosas  al no haberme  permitido  deshacerme de las flores, ¿qué tal si fueran ciertas sus creencias? A pesar que tengo enraizado las razones de la ciencia  a veces las siento titubeantes  ante eventos como el de  aquella noche. ¡Qué barbaridad!


No hay comentarios:

Publicar un comentario