Hua-paach’oob
(Hombres gigantes)
Mientras mi madre “Madús” me entretenía con historias espeluznantes de la región desempacada de su memoria de grabadora única, mis dedos hábiles creaban serpenteantes tejidos de huano, material utilizado para la elaboración de sombreros, que se iban apilando sobre el piso como si fueran nidos de adormiladas víboras. La historia seguía su camino y mi mente se desbordaba de miedo y fantasía propia de un niño que se alimenta de su imaginación para vivir en el limbo de la recreación, medicina para la pobreza.
Mi madre me contaba que en épocas remotas se aparecían por las calles nocturnas de Calkiní unos seres monumentales como el cíclope de Homero. Estos monstruos poseían siete cabezas y se distraían en espantar a los trasnochadores. Se les aparecían en una esquina con las piernas entreabiertas para invitar al desvelado a cruzarlas sí se quería salvar, lo que nunca sucedía, pues el que se animaba moría despanzurrado. Si se regresaba para el lado contrario de nueva cuenta se encontraba con el gigante, parecía poseer el don de la ubicuidad ¿Cómo se salvaba? Nunca se dio la razón. Lo único que se sabe es que era un ser que a todos atemorizaba.
Estos espantos se mencionan en el libro de Los Cantares de Dzitbalché. Como puede advertirse es una creencia ancestral y que aún se conservaba en la memoria de mi madre a través de la tradición oral. A veces me daba la impresión de que mi mamá había heredado de sus antepasados la misión de guardar la memoria histórica del pueblo en donde nacimos. Sabía aunque en retazos el Popol Vuh de los mayas quiche, el Códice de Calkiní y de pilón, Los Cantares de Dzitbalché.
En ese libro se narra la existencia de hombres gigantes con siete cabezas que se paseaban por todo el Mayab mucho antes de la aparición de los primeros hombres de maíz. Estos monstruos llamados hua-paach’oob se dedicaban a espantar a los rezagados nocturnos formulándoles preguntas indescifrables para salvarse sí las no eran correctas, entonces, eran devorados sin misericordia.
Como puede observarse lo único que cambia en la narración de mi madre con lo mencionado en el libro de los Cantares era la forma de cómo mataban los cíclopes mayas. La tradición oral después de caminar entre tantas bocas pierde su originalidad.
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