El CHO´N
(El zopilote)
Andrés J.
González Kantún
El
zopilote es un ave sentenciado a la extinción debido a la falta de un lugar apropiado
para vivir que son los montes que poco a poco van desapareciendo por la mano ambiciosa
del hombre en la construcción de un sin fin de aparatos para su beneficio
personal o de negocios.
El
zopilote, despreciado por su color de viuda eterna, apoya en la labor de
limpieza en el medio, evitando la propagación de enfermedades contagiosas y
plagas malhechoras al consumir como alimento animales muertos que pudieran
alterar el equilibrio ecológico.
A
diferencia de las aves de rapiña, el zopilote por carecer
de garras no puede sostener sus alimentos en el vuelo por ello desprende con sus macizos picos pedazos de
carne fresca o putrefacta que traga y
luego regurgita (vomita) para llevárselas a sus polluelos.
Son iconos
de la inmundicia. Tienen el iris de miel
y la pupila de pimienta, y además una
mirada de gran señor y con un rostro
enfundado en un antifaz de malla grisácea y corrugada colmada de remedos de
gusanos (carúncula) que empata con un plumaje
negrísimo, al principio erizado, y luego
pulido con el rocío de la mañana y áspero que destila mal olor por el contacto con la carroña.
Son ariscos
por naturaleza, sí uno se les acerca
corren en caricaturescos saltitos
con las alas extendidas para agarrar fuerza y levantar el vuelo y
perderse en la inmensidad del firmamento hasta convertirse en puntitos negros.
Desde ahí se duermen en suaves giros de trazos invisibles, interminables, vislumbrando
la orografía terrestre, que por la enorme altura les permite abarcar grandes
espacios, para identificar a sus futuras
víctimas ya victimadas. Cuando descubren sus afanes, en competencia, bajan en
supersónicos cohetes para repartirse en trozos el maná (para ellos) encontrado
con el arma que natura les ha brindado, un pico curvo, aceitoso y afilado por
el cual cuelgan hilillos de alimento después de la comilona.
Yo no he
conocido un ave más desagradable que el encarnado en un zopilote, pero viéndolo
de otra manera es un ángel caído del cielo para derrochar venturas en la salud
de los humanos. Humanos inconscientes que no velan por la protección de estas
avecillas inofensivas, discriminadas por el color de su plumaje y su natural
modo de supervivencia.
Cuentan
los abuelos que cuando planean debajo de
uno regalan piojos al por mayor y
las ramas donde se posan para dormir mueren juntamente con el árbol, padre.
“Alado de vestidura funesta
sentenciado a la desaparición
injusto el hombre ha sido contigo
que no sabe lo valioso de tu ser”.
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COMIDA
TRADICIONAL ORIGINADA DE UNA PRÁCTICA ESCATOLÓGICA DEL ZOPILOTE: EL TONCH’A CH’ON.
Aquella
comida botanera que se relame con
gusto y que se acostumbra a ofrecer en los convivios de
sobremesa o en los bares se le conoce como tonch’a ch’on. Es un alimento típico que
consiste en tomate sancochado mezclado con pepita blanca, cilantro, picante y
cebolla y se acompaña con tostadas. Es muy sabroso y no se fastidia uno de comerlo.
Su nombre
es literalmente maya. Es una comestible que se origina de una costumbre
escatológica propia del zopilote. “Tonch’a”,
significa pisotear y “ch’on”, zopilote.
Antes
cuando se carecía de los baños actuales, el zopilote se encargaba de
desaparecer las inmundicias del excusado en un bailoteo intenso que dejaba
figuras caprichosas por causa de las pisadas que iban configurando sus patas.
Esas rosetas excrementicias semejan en color a esa comida tradicional. ¡Fo!
Los mayas
tenían buena imaginación sobre las figuras literarias, exactas y resonantes a
los oídos.
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