lunes, 30 de abril de 2012


El CHO´N
(El zopilote)
Andrés J. González Kantún

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El zopilote es un ave sentenciado a la extinción debido a la falta de un lugar apropiado para vivir que son los montes que poco a poco van desapareciendo por la mano ambiciosa del hombre en la construcción de un sin fin de aparatos para su beneficio personal o de negocios.
El zopilote, despreciado por su color de viuda eterna, apoya en la labor de limpieza en el medio, evitando la propagación de enfermedades contagiosas y plagas malhechoras al consumir como alimento animales muertos que pudieran alterar el equilibrio ecológico.
A diferencia de las aves de rapiña,  el zopilote por carecer de garras no puede sostener sus alimentos en el  vuelo por ello  desprende con sus macizos picos pedazos de carne  fresca o putrefacta que traga y luego regurgita (vomita) para llevárselas  a sus  polluelos.
Son iconos de la inmundicia. Tienen el iris de miel y la  pupila de pimienta, y además una mirada de gran señor y con un  rostro enfundado en un antifaz de malla grisácea y corrugada colmada de remedos de gusanos (carúncula)   que empata con un plumaje negrísimo, al principio erizado,  y luego pulido con el rocío de la mañana y áspero que destila mal olor  por el contacto con la carroña.
Son ariscos por naturaleza, sí uno se les acerca  corren en caricaturescos saltitos  con las alas extendidas para agarrar fuerza y levantar el vuelo y perderse en la inmensidad del firmamento hasta convertirse en puntitos negros. Desde ahí se duermen en suaves giros de trazos invisibles, interminables, vislumbrando la orografía terrestre, que por la enorme altura les permite abarcar grandes espacios, para identificar  a sus futuras víctimas ya victimadas. Cuando descubren sus afanes, en competencia, bajan en supersónicos cohetes para repartirse en trozos el maná (para ellos) encontrado con el arma que natura les ha brindado, un pico curvo, aceitoso y afilado por el cual cuelgan hilillos de alimento después de la comilona.
Yo no he conocido un ave más desagradable que el encarnado en un zopilote, pero viéndolo de otra manera es un ángel caído del cielo para derrochar venturas en la salud de los humanos. Humanos inconscientes que no velan por la protección de estas avecillas inofensivas, discriminadas por el color de su plumaje y su natural modo de supervivencia.
Cuentan los abuelos que cuando planean debajo de   uno regalan piojos al por mayor y las ramas donde se posan para dormir mueren juntamente con el árbol, padre.

“Alado de vestidura funesta
sentenciado a la desaparición
injusto el hombre ha sido contigo
que no sabe lo valioso de tu ser”.
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COMIDA TRADICIONAL ORIGINADA DE UNA PRÁCTICA ESCATOLÓGICA DEL ZOPILOTE: EL TONCH’A CH’ON.
Aquella comida botanera que se  relame con gusto y que  se  acostumbra a ofrecer en los convivios de sobremesa  o  en los bares se le conoce como tonch’a ch’on. Es un alimento típico que consiste en tomate sancochado mezclado con pepita blanca, cilantro, picante y cebolla y se acompaña con tostadas. Es muy sabroso y no se fastidia  uno de comerlo.
Su nombre es literalmente maya. Es una comestible que se origina de una costumbre escatológica propia  del zopilote. “Tonch’a”, significa pisotear y “ch’on”, zopilote.
Antes cuando se carecía de los baños actuales, el zopilote se encargaba de desaparecer las inmundicias del excusado en un bailoteo intenso que dejaba figuras caprichosas por causa de las pisadas que iban configurando sus patas. Esas rosetas excrementicias semejan en color a esa comida tradicional. ¡Fo!
Los mayas tenían buena imaginación sobre las figuras literarias, exactas y resonantes a los oídos.

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