lunes, 30 de abril de 2012



LOS TRICLEROS

 Andrés Jesús González Kantún
Niño tirando de un triciclo, llevando un barril y una garrafaNiño tirando de un triciclo, llevando un barril y una garrafa
Triciclo : DELHI, INDIA - 09 de noviembre: rickshaw piloto de transporte de pasajeros la madrugada de noviembre 08,2011 en Nueva Delhi, India. Los carritos de ciclo se introdujeron en Delhi en el 1940 y tiene una cuota fija de licencias.Niño tirando de un triciclo, llevando un barril y una garrafa

           

Para ser triciclero, si se quiere sobrevivir,  no se necesita más que voluntad para trabajar. Quizá sea la última oportunidad que les queda a todos aquéllos que por desinterés o jugarretas de la vida no encontraron la ocasión para conseguir trabajo en la profesión que escogieron o de plano no terminaron sus estudios o de por sí no les gustó la escuela.
En el Camino Real,  el oficio dominante es la albañilería y le sigue en importancia la actividad de triciclero. No es un trabajo deshonroso y saca de cualquier apuro a quienes se dedican a esa labor, aunque los que adquirieron alguna carrera merecen mejores oportunidades. Como es el caso de una gran cantidad de egresados de las diferentes escuelas de nivel superior que no obtienen empleo en la carrera que escogieron  y no les queda más remedio que dedicarse a la tricecleada; siempre hay más excedentes de profesionales que fuentes de trabajo. Se arguye  que los aspirantes a algún trabajo remunerado debieran salir del terruño en la búsqueda de mejores horizontes, pero si el problema es nacional, entonces, ¿para qué perder el tiempo? Muestras hay varias, pero hay una que lastima el corazón. Se construyó en Calkiní una escuela  técnica de nivel superior y de evidente calidad tecnológica para descargar la aspiración tradicional a las  normales, pero no ha cuajado en los resultados porque los egresados no encuentran trabajo y se ven obligados, por la necesidad, a dedicarse a subempleos en contraste con la preparación concluida.
La  creación de los triciclos fue un gran acierto de los fabricantes, pues vino a resolver un problema antiguo de trabajo y de transporte de pasaje y carga, ya que  la adquisición de uno de ellos está al alcance de la mayoría de la gente.
El triciclo es un vehículo con equidad de género, que aparte de la función esencial para lo que fue diseñado, se utiliza para múltiples actividades:
·       Le sirve al campesino para traer leña y otros productos de su parcela.
·       Funciona como una tienda ambulante o fija, exhibiendo en venta golosinas, baratijas, antojitos, pozole, paleta y nieve, y además sirve como un  vehículo parlante, entre otras labores.
·       Contribuye a evitar la contaminación ambiental.
A los triciclos los visten de acuerdo  al gusto del chofer. Cuatro varillas de diferente material fijados en la estructura tubular y con un techo de toldo adquirido o regalado por algún partido político. Un asiento de  diverso material limpio o acolchonado, un piso de madera o lámina y en los costados un material de cualquier cosa y, a veces, unas cortinas transparentes que se materializan en los tiempos de lluvia. Época que provoca el temor de los pasajeros, pues al pasar en calles inundadas en donde no se advierten los hoyancos se vuelcan, y a veces con consecuencias indeseables. Lo mismo sucede cuando no se observa el estado etílico del conductor, la chispa de sus palabras anuncian que equivocó uno el momento y no queda más remedio que atenerse a las consecuencias de algún accidente.
Algunos son buenos  para cobrar y no les tiemblan las manos; otros son más conscientes, tomando en cuenta la distancia; otros no dan servicio si no se completa a  dos pasajeros. Pero cuando coincide una familia   de compuesta por niños, hasta en el toldo quisieran instalarlos.

Intentar ocupar un triciclero en plena  carrera es una verdadera proeza, se vuelven sordos a propósito al llamado de los usuarios, y si acaso responden,  con voz ruidosa se excusan con argumentos  infantiles, no obstante, que a veces no tienen la necesidad de desviarse del rumbo que llevan, tal parece que no necesitan el dinero o mueven la cabeza negativamente en señal de darse la importancia que no tienen. Pero lo que más molesta, a veces, es querer contratarlo cuando está estacionado en espera aparente de clientela y se niegan a trabajar.  El desplante es una de sus despreciables  conductas.
Como en todos los oficios, entre los tricicleros no faltan sus personajes sin pares que aturden el entendimiento si no se les conoce. Entre estos trabajadores, se distingue uno a quien le apodan: “El gato volador”. Circula por las calles velozmente en busca de pasaje, resoplando escandalosas palabras sin sentido que asusta a quien lo intenta contratar. En realidad es una persona inofensiva que le gusta jugar y exhibirse con actitudes infantiles que no van de acuerdo con su edad. Incluso en los amontonamientos  de personas le gusta ponerse de cabeza, manteniéndose erguido durante un breve tiempo, y después de reponerse, lanza un grito ruidoso que se pierde en las rendijas de la multitud distraída en la atención de su espectáculo, obviamente causa un gran susto.
En los períodos electorales, los tricicleros aprovechan la ocasión para modernizar  el toldo de sus vehículos, lo reciben como un regalo de los partidos contendientes (los más fuertes) como si este gesto caritativo les garantizara el voto. Algunos difíciles de caer en el engaño del propósito real del regalo,  se niegan a aceptarlo, en cabio los conveniencieros se dejan seducir. Para asegurarse que la propaganda le llegue al público, hay un partido, en especial, con los colmillos bien retorcidos,  que le ha servido para mantenerse durante mucho tiempo en el poder,  prefiere instalarlo en el momento de la entrega. Esta actitud evita que el triciclero guarde el regalo y pueda  aprovechar  a otros partidos que van con el mismo objetivo.
 Los triciclos, aves amarillas en su mayoría con franjas blancas  y estacionados en hilera infinita, esperan pacientemente el armado de sus parasoles que les llegarán de las manos ávidas de carpinteros improvisados como un obsequio que humilla la dignidad  humana por el trasfondo político que representa dicha regalía.

Un conductor de un carro que va detrás de un triciclo le da tiempo para contarle los pelos a un gato, y más en la espera del cambio de la luz verde en el semáforo en un cruce de vía. El automovilista tendrá que armarse de paciencia, y no le queda más remedio porque sabe que  tiene el triciclero goza de los mismos derechos que él para transitar. En el disparo de la luz verde el chofer del carro se desenmascara el coraje y se dulcifica el alma por un instante al observar el agónico esfuerzo que despliega el triciclero al darle las primeras vueltas a los pedales. Tal parece que es un triciclero que sonríe maliciosamente y que parece decir entre dientes: “Ahora te aguantas, tanto derecho tienes tú como yo de circular y circular por donde se quiera”, mientras el chofer  se consume de ansiedad y el otro yo renueva el conteo de lo que ya antes se había contado… los pelos del gato.
Ese derecho que les asiste para transitar por todos lados  no ha sido reflexionado por ellos pues por las noches como cocuyos sin luz giran por el pueblo y lugares circunvecinos, exponiendo su vida misma y la de  los viajeros.  Fantasmas en pena nocturna que comprometen a los vehículos mayores. En otros lugares como Candelaria se les ha prohibido transitar por las noches.
Cuando no tienen espejo retrovisor,  rebasan sin previo aviso o  señalan el rumbo de forma inesperada, pero el colmo es que a veces posicionados, en el carril contrario, dejando en suspenso al que le sigue. Se tiene que avispar los sentidos si se quiere evitar alguna desgracia. Siempre  tiene uno que anticiparse a sus reacciones espontáneas.                   Cuando no hay vigilancia policíaca transitan  en el sentido que les da la gana y  prefieren  recortar el camino a su destino ya que es un desgaste tremendo rotar en la dirección correcta, y además la potencia de su vehículo, que es de  un hombre de fuerza, no da para más. Algunos prefieren empujar el triciclo, aunque quebrantan siempre los reglamentos  de tránsito; no sé de dónde hayan  sacado la idea de que esa actitud es permitida por las leyes de vialidad.


Pero no todo es naranja agria en el huerto de los tricicleros, también saben cultivar naranja dulce cuando se les concede la enorme responsabilidad de transportar a los niños a la escuela. En este encargo se transforman en excelentes conductores con el conocimiento de las reglas de tránsito de pe a pa, convirtiendo a la prudencia en la consejera de su circulación y cumplen a cabalidad, devolviendo salvos a los niños a sus casas.
En carnaval los invitan a participar en el concurso tradicional de triciclos alegóricos los cuales convierten en plantas, animales o cosas, dándoles vida y colorido sin igual y que arrancan aplausos resonantes de un público atento que le forma valla en su recorrido por la calle principal (calle 20) construido en la época colonial por el fraile Pedro Peñas Claros.
A veces viajar en un triciclo, cuyo conductor es de palabra fácil, distrae el ánimo al desliar de  la madeja de sus pensamientos   las palabras que traen el consuelo o la alegría al pasajero. Se abre el diálogo y las cuitas se enredan para enfrentar


el día con más energías. Una conversación ágil que lleva  el viento,  por la fuerza de la plática, a terceras personas y que les llega sin querer, saboreando la frescura almendrada de los pensamientos ajenos.
Después de todo, ser triciclero es un modo honesto de ganarse la vida en la diaria lucha por la supervivencia  por esos caminos viejos y que a pesar de los problemas  que causa a los vehículos mayores, mas por la lentitud en que rueda,  tiene el derecho inviolable  de luchar por la existencia. Las angustias que sufre un automovilista en el momento de encontrarse con estos trabajadores de los pedales,  son pasajeras y  sabe  aguantar, aunque forzadamente. En fin, todo sea por el bien de estos amigos de “Mercurio”, brazo derecho de su trabajo diario. Tricicleros que controlan a fuerza a los automovilistas amigos de la velocidad, ellos reitero son contribuyentes indiscutibles del cuidado del ambiente. 


Alegre por el camino va
en agónico paso, mil sueños:
“Tarde, pero seguro”
es su lema, atento viajero.
Derecho tiene a la vida
de eso nadie lo discute
lo único que respetar debe
son las señales de tránsito.
Triciclo especial de niños
que en la mañana pletórico va,
cargando inocencia y risa
en tarea conferida.
Arácnido engarzadora de angustia familiar,
incierto es tu destino,
dale vuelta a la vida
y gira como siempre has girado
No te detengas,
pero aprende del rastro
que has dejado…






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