sábado, 25 de agosto de 2012

CARAJOS CON LA EDAD… El privilegio de los años es un regalo divino tanto de la genética como de Dios. Hay que saber disfrutarlos con la sonrisa en los labios que dan los años y con un cuidado escrupuloso por la salud porque el cuerpo se parece a la arepa que hasta con una exhalación se quiebra. El cuerpo se parece a un carro viejo que constantemente se descompone y se repara que para evitar más disgustos se vende con el consiguiente problema que se le hereda al ingenuo comprador. A nosotros, con los años encaramados en uno, nos pasa lo mismo, sanamos de una enfermedad y se nos presenta otra y otra, con la única desventaja que no nos pueden vender a otro incauto — que ni un loco se atrevería a comercializar— aunque el remedio sería la muerte. Cada día que pasa es un nuevo amanecer o es de luces o de oscuridades. La gloria es breve y el infierno interminable, desde luego con sus distinguidas excepciones de hombres o mujeres increíbles que así como nacen mueren sin ninguna enmendadura, intactos. Sea Chana o Juana debemos aprender a convivir con nuestro destino abriendo nuestros corazones a todo el mundo aunque por dentro nos carcoman los demonios invisibles porque si estamos programados para una vida longeva nada ni nadie acabará con el pellejo en alma de niño sino hasta que llegue el tiempo de saludar a la madre Gea. Según lo que se advierte, en la ancianidad el carácter se descompone, se vuelve ácida, a veces agridulce; otras, intransigente porque se imagina uno vivir en un mundo de incomprensión y de carga familiar, pero es tan sola una apreciación equivocada, un espejismo. El camino andado trae su cúmulo de jazmines y buganvilias rojas— por su aroma la primera y por su color, la segunda preciosas ambas— en manos del hijo o del nieto, aquéllos que se lograron levantar con amor, paciencia y alegría cuando eran unos seres indefensos ante la vida; hoy les corresponde a ellos devolver la asistencia, pero sin compromisos ni exigencias sino con el aprecio natural que sienten por la sangre adorada de sus mayores. Yo estoy en esa edad de los años encimados y estoy claro de mi destino, oh Dios, y trato de afrontarlo con entereza aunque con ciertos temores y pena que da la vejez como el andar en corcoveos laterales en figura semejante al de un borrachín o de doblar el lomo cuando mis coyunturas y tendones se me aflojen, pero no me queda más que el consuelo de agradecer al cielo que aún estoy vivo para dar más lata a los que me quieran aguantar. Hermano, hermana: vivamos la felicidad de los años restantes— que es una distinción de los dioses del panteísmo y de los seres de Luz que pueblan el universo—, olvídate de los crucigramas de enfermedades que no te dejan en paz, sí eres hipocondríaco se fuerte porque esa manía le pertenece a los débiles, acalla tus temores y dolencias con el bálsamo exquisito de tus seres queridos y de todos los que te rodean, la vida es tan dulce que hay que saber sobrellevarla hasta el último aliento que nos queda, así vengan tormentas que te quieran doblegar, y aquí entre nos aun hay tiempo para amar si no con la pasión indomable de la juventud sí con la madurez que da la espiritualidad, no hagas caso y piensa lo que vale cada minuto de existencia y que después de esto nada…sólo la reencarnación en otra vida, pero con la experiencia olvidada de este mundo que es la que nos interesa por ahora. ¡Salve madre Gaia por los dones ofrecidos a los longevos!

1 comentario:

  1. Es Ud. un orgullo para nosotros, por su experiencia y fortaleza, por todo lo que nos enseña.

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