jueves, 9 de agosto de 2012

Y VOLVIÓ LA LUZ E strenando un traje rojiverde, bajo el resguardo de una bolsa de plástico de color negro, llegó a mi rústico jardín, enclavado en el espacio terrenal de mis amores, la más preferida de mis flores: la buganvilla roja y roja y roja… como las tersas chapitas coloreadas de una niña que conocí en la época de las ocarinas y tunkules en el mes de diciembre en Jerez Zacatecas. Era tan grande mi desesperación por verla crecer a mi lado que no tuve el suficiente cuidado para despojarle la frazada con que venía cubierta, ni recuperar la tierra original que la cobijaba, pues se iba desmoronando en su manejo y que debía acompañarla en su nueva casa. Luego la deposité suavemente, como se ama de verdad a una mujer cósmica pletórica de lunas nocturnas en una sementera de tierra diferente al de su nacimiento, provocándole con este acto el desvalijamiento de su alma adolorida que apenas le daba el hálito de la vida. Enorme error de mi parte. Su amiga - hermana que la acompañó en esta expedición, que fue atendida con mayor esmero, lucía esplendorosa mientras ella agonizaba lentamente, quizá de añoranza, por la tierra dejada. Al mirarla en ese estado de suprema tristeza, reflejada en su rostro y cuerpo, a punto estuve de arrancarle el corazón y tasajearla para aventarla con furia hasta donde no tuviera recuerdos de su presencia inútil, pero me contuve porque entreví en ella, aunque muy imperceptible, sus ansias de vivir, de gozar la vida. La esperanza me hizo esperar. Cuando regresé después de varios días, ya rumiado el coraje, volví a mi parcela para darle de beber a mis sedientas niñas y me atreví a verla de reojo porque conservaba dentro de mí la ilusión de que recobraría la salud. Y mis deseos se cumplieron, la fuerza de la fe y la esperanza dieron fruto. Ahí estaba ella, exhibiendo en toda su esplendor, entre sus demás compañeras, una milagrosa metamorfosis, pero diferente al de Gregorio Samsa; una transformación rejuvenecida, así como cuando me la traje por primera vez de la tierra de los panes: coqueta, y risueña, frondosa como en un plenilunio de verde mar y mejillas arreboladas por el frío de una tierra jerezana. Sí, amigos, colmada de flores rojas cuales mariposas prestas a desplegar las alas y lanzarse al vacío en el confín del universo etéreo como aquéllas que llenan de color el corazón de cualquiera que sabe apreciar la magnificencia de la naturaleza, y que ésta le dio nuevamente a mi bien amada buganvilla de Pomuch… la gracia de volver a la luz… de la vida.

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