domingo, 26 de agosto de 2012

SABRÁ DIOS Veritas odium parit (La verdad engendra el odio) Con el gusanito de la inquietud por escribir algo y salir de la rutina que agarrota y lacera el intelecto se me salió de repente de la quisquillosa mente la letra filosófica de una canción antigua que recorrió el mundo latino en épocas pretéritas: Sabrá Dios. De ese Dios conocido con diferentes nombres universales que se le atribuyen poderes paranormales: — ¡Dios es un ser divino, omnipotente, poseedor de la ubicuidad y otros poderes inimaginables!— predican los merolicos de la fe. ¿Sabrá Dios lo que sucede en el mundo pleno de pesares, rencillas y rencores que para solventarlos se recurre al derramamiento de sangre? ¿En dónde está él para apagar este vendaval fratricida que parece no tener fin? Se le ha invocado por cientos de años su presencia mesiánica para salvar al mundo de tanta iniquidad, pero se le han clausurado los oídos o de plano no quiere intervenir en un asunto que no parece interesarle. El resultado de la desidia suya es que su rebaño, antes sumiso, se ha ido dispersando que difícilmente se pueda recuperar pues las generaciones actuales ya no creen ni escuchan con atención la enseñanza narcotizadora de sus embajadores porque éstos en lugar de convencer desaniman debido a una conducta insana que no va de acuerdo con su preparación espiritual. Una conducta insensata que ha reventado reglas endosadas en los libros canónigos desde siglos, pero que el hombre beato no ha podido respetar porque no compagina con la naturaleza de su ser hecho de carne y hueso. El hombre es hombre y se conduce con los instintos naturales con los que fue creado, ama, siente y jamás podrá conducirse con las normas celestiales que reclaman la espiritualidad de mantenerse intacto ante las tentaciones carnales, ¿lo sabrá Dios? Las diferencias humanas son extremas: la riqueza ante la pobreza, la felicidad ante el dolor, la fuerza ante la debilidad, la preferencia ante el olvido; el mundo es de los más vivos que usan las artimañas más deleznables para dominar a las sociedades sin considerar lágrimas ni esperanzas: “Homo, homini lupus” (el hombre es para el hombre un lobo), ¿lo sabrá Dios? No se puede tapar al sol con un dedo para afirmar que ha habido más muertes en la imposición de las ideas religiosas variopintas que otras guerras con tinte político y económico. El mundo es un caos que necesita orden, ¿lo sabrá Dios? Claro que sí lo sabe porque Dios es el mismo hombre que ha implantado desde hace cientos de años una perniciosa estrategia generalizada en todas las razas para avasallar a los más frágiles del pensamiento, creando situaciones ilusorias y de esperanzas para encerrarlos en un mundo de espiritualidad cautiva, ciega que los vuelven creyentes empedernidos por la fe. Dios sí lo sabe todo porque Dios es el mismo hombre rodeado de un aura de egoísmo y ambiciones, es un ser divino y de luz a semejanza de aquel ente celestial que nos han querido imponer y que poco a poco no se podrá mantener esa idea abstracta, increíble porque el hombre se ha vuelto pragmático que no cree más que en lo que ve y le dé beneficios. Las generaciones actuales ya son difíciles de convencer, ya no podrán surtir el banco de la fe. Ser o no ser, la eterna incógnita de la creación del pensamiento humano.

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