martes, 31 de julio de 2012

l talento lo decide todo

UN CENTRO CARCOMIDO POR LA INDEFERENCIA
La urbanización se refleja en muchos rumbos de la ciudad de Calkinì. Los barrios exhiben  clamorosos nuevos  rostros en mejoras  materiales como el  cemento en los andadores,  que es lo común en  obras públicas.  Las alcantarillas  cumplen su misión  de tragar agua, aunque lentas en una  momentánea  inundación, después de una torrencial lluvia, pero alivianan el escozor de la gente. Lo único prioritario es darles mantenimiento constantemente porque algunas mantienen el agua y se convierten en verdaderas cloacas que afectan la salud. Lo digo en serio, yo tengo una frente a la casa.
Las  Juntas Municipales también gozan de esos beneficios, aunque nunca están satisfechas o quizá la razón les asista porque no hay mejor juez que la opinión pública.
Todos tienen derecho a mejorar y las autoridades competentes deben tener el suficiente talento administrativo para que a todos les lleguen obras que dicte la necesidad. Y la solución es adentrarse en los problemas y no rehuirlos como es la costumbre. Le corresponde al cabildo, en sus diferentes encargos, de recabar la necesidad de los pueblos. Ya es tiempo de sacar la casta para mostrarse a la comunidad en cuerpo y alma y no mantenerse en la invisibilidad. Es impúdico aparecerse sólo en las quincenas.  
Calkinì, la cabecera, también tiene un rezago que todos ven y nadie opina, y sí se califica se pierde en el torbellino verbal  de la gente. Un lunar que no han sabido darle el ornamento y funcionalidad que merece después de varios períodos de gobierno municipal. Me refiero a la plaza principal convertido, ahora,  en un adefesio natural,  con telarañas eléctricas por doquier, una luz mortecina por la noche que invita al desorden, fuentes sin embellecimiento y  en desuso, un muladar incontrolable en una parte del parque junto a puestos de comida tradicional, estacionamiento de triciclos y automóviles, puestos ambulantes sin orden de ubicación, en fin, un parque principal hecho un caos por la falta de buena voluntad  y disciplina.  Y para rematar, andadores en bajadas y subidas convertidos en    leprosarios  bíblicos por sus carcomidas superficies, escaleras entremetidas en las aceras y otras cosas más.
Cierto, componer todas estas anomalías y construirle un buen rostro al centro de la ciudad no es un dulce en almíbar, pero ya es tiempo que se piense en grande y será más grande aquella autoridad que se salga de los moldes rutinarios y suelte su imaginación creadora  para administrar con soltura una ciudad que lo merece todo, claro sin olvidar a las hermanas Juntas municipales. Ojalá veamos materializarse lo que un día prometió la autoridad entrante.




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