domingo, 10 de abril de 2011

Singular respeto


SINGULAR RESPETO
Andrés J. González Kantún
Una anécdota surgida de la  conversación ágil y dicharachera del extinto maestro y músico bohemio, Humberto Vera Canto quien se regodeaba  de gusto siempre que la recordaba.

Como todas las tardes, padre e hijo fraternalmente acostumbraban a ver la televisión en la sala de estar.
Cierto día llamaron a la puerta  y el papá fue a abrir  seguido del pequeño bombo de maciza pulpa, el hijo consentido por ser el más chico. La sorpresa del padre fue un estallido de luz y alegría por la presencia de un contemporáneo de estudios de hacía  muchas lunas.
—Hola, Gato, cuánto gusto me da volverte a ver  ¡Adelante! ¡Ésta es tu casa!  ¡Qué esperas, pasa!— invitó.
Las palabras saltaron gozosas en remembranzas de viejos tiempos, de guijarros y flores, de pozole con hielo y frijoles, de cuerdas y voces entre ávidos estudiantes de la Normal de Hecelchakán en la búsqueda de mejores horizontes para  menguar los altibajos de la vida familiar.
Días después se repitió la visita, pero en esta ocasión fue el niño quien abrió.
De la manera más natural saludó al recién llegado:
  Bienvenido, Gato, Gatito, pásale. Esta es tu casa.
Cuando quedaron solos,  el padre reconvino   al pequeño:
— Hijo, en la próxima vez en que regrese mi amigo debes llamarlo por su nombre verdadero que es Juan.  Si  tú has escuchado que le llamo con el apodo de Gato,  así como él me llama K’abash se debe a la confianza que nos tenemos desde que fuimos estudiantes. En cambio tú, apenas lo conoces y además eres un niño y debes aprender a respetar a tus mayores, ¿ya lo entendiste?  No lo olvides, debes guardarle respeto y llamarlo por su nombre ¿De acuerdo?
—De acuerdo, papá.
Más temprano que tarde se suscitó otro encuentro.
El pequeño al advertir la presencia del amigo, sin dejar de pensar en las recomendaciones dadas por el padre, le abrió muy ufano la puerta. Las palabras en esos momentos se las arrastró el viento de su boca y no buscaba la forma de recuperarlas. “Mi padre me dijo que se llamaba…, que se llamaba…”,que se…  Y estuvo pensativo durante un buen rato, hasta que reaccionó, dibujándose en su rostro de eclipse solar en una picaresca sonrisa de satisfacción y  de manera solemne, según él,   invitó:
— Hola Don Gato. Pásele, Don Gato. Esta es su casa. Pásele…
Había salido del atolladero y cumplido a carta cabal el compromiso de respeto, anteponiendo al sustantivo gatuno (nombre) con una palabra: Don…
El papá no pudo contener una sonrisa por la salida tan ingeniosa del niño y llena de ingenuidad. El visitante le devolvió al amigo otra similar plena de conmiseración.



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