domingo, 17 de abril de 2011

Un milagro


… Y VOLVIÓ LA LUZ

Llegó  a mi rústico jardín en un plástico negro vestida de traje rojiverde, mi tan deseada buganvilia.

Era muy grande mi desesperación por tenerla en mi sembradío que no tuve el suficiente cuidado  para desabrigarle la ropa ni trasplantarla con la misma tierra que trajo, pues se desmoronó y con ella el alma se le deshizo.

Su amiga-hermana que la acompañó a su nueva casa lucía esplendorosa mientras ella se resecaba  lentamente.

Al verla en ese estado con la tristeza reflejada en todo su cuerpo, a punto estuve de arrancarle el corazón y  tasajearlo para aventarlo con furia hasta muy lejos de mí, pero me contuve porque observé en ella, aunque muy imperceptible, sus ansias por  vivir.

Hoy cuando fui a mi  parcela para darle de beber a mis sedientas niñas  me atreví a mirarla de reojo porque conservaba,  en el fondo de mi corazón,   la esperanza  de que recobrara la salud. Y mis deseos se cumplieron. Ahí estaba ella exhibiendo en toda su plenitud su milagrosa transformación así como me la presentaron la primera vez: coqueta, frondosa y verdeante, a punto de reventar en flor…, sí, a punto estaban de colgar en racimos sus rojas flores cuales mariposas prestas a desplegar  las alas y lanzarse al vuelo, como aquéllas que llenan de color y vida el corazón de cualquiera que sabe apreciar la magnificencia de la naturaleza, que le dio  nuevamente a mi bien amada flor, mi buganvilla de Pomuch, la gracia de volver a la luz.

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